viernes, 3 de septiembre de 2010

SI ME AMAIS

Es verdad que los cristianos no seguimos una doctrina o un ideal escrito en letra, sino a una persona que es Jesucristo, que murió en una cruz por amor a nosotros, pero que resucitó y vive por los siglos de los siglos (Ap 1,17-18). Sin embargo, no es menos cierto afirmar que es muy importante tener claro cuál es la fe de la Iglesia y la doctrina que es segura y auténtica, la cual debemos guardar y enseñar si en verdad amamos al Señor.

"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo pediré al Padre que os mande otro defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y está en vosotros... El que conoce mis mandamientos y los guarda, ése me ama; y al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él... El que me ama guardará mi doctrina, mi Padre lo amará y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él. El que no me ama no guarda mi doctrina; y la doctrina que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado" (Jn 14,15-17. 21. 23-24).

Hoy vivimos un tiempo en el que las personas se acomodan a nuevos vientos de doctrina (2 Tim 4,3), por lo que se hace necesario profundizar en nuestra fe para saber dar razón de aquello en lo que creemos (1 Pe 3,15) con valentía y sin miedo. El Papa Juan Pablo II nos dejó como legado y herencia el Catecismo, afirmando como Vicario de Cristo y sucesor de Pedro: "Reconozco el Catecismo como norma segura para la enseñanza de la fe, para sostener y confirmar la fe de todos los discípulos del Señor. Siendo una exposición de la fe de la Iglesia y la doctrina católica, atestiguadas e iluminadas por la Sagrada Escritura, por la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico... Este Catecismo les es dado para que les sirva de texto seguro y auténtico para la enseñanza de la doctrina católica. Se ofrece también a todos los fieles que deseen conocer mejor las riquezas inagotables de la salvación... "

Para que se transmitiera sin error la Palabra de Dios, oral o escrita, Jesucristo instituyó el Magisterio o la enseñanza de la Iglesia que se lleva a cabo en su Nombre por los pastores en comunión con el sucesor de Pedro. No está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio. Así, los cristianos recordando la palabra de Cristo a sus apóstoles: "El que a vosotros escucha a mí me escucha" (Lc 10,16), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas.

Conservar "el depósito" (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,12-14) de la fe es la misión que el Señor confió a su Iglesia y que ella realiza en todo tiempo, siendo especialmente importante y decisivo en este tiempo mantenerse fiel a dicho depósito, de manera que todo el Pueblo santo, unido a sus pastores, persevere constantemente en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la Eucaristía y en las oraciones (Hch 2,42), de modo que haya una particular concordia en conservar, practicar y profesar la fe recibida.