lunes, 25 de enero de 2010

TRAEDME VUESTRO CORAZON

Deseo comenzar esta pequeña reflexión con una bella cita de la Conclusión del Mensaje del Sínodo de Obispos que tuvo lugar en Roma durante el mes de octubre del año 2008, en torno al tema La Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, que lleva este sugerente título: La Palabra de Dios: Voz, Rostro, Casa, Camino y Misión:

"La Palabra de Dios es `más dulce que la miel, más que el jugo de panales´ (Sal 19,11), `antorcha para mis pasos, luz para mi sendero´ (Sal 119,105), pero también `como el fuego y como un martillo que golpea la peña´ (Jer 23,29). Es como una lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar, haciendo florecer de este modo también la aridez de nuestros desiertos espirituales (cf. Is 55,10-11). Pero también es `viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón´ (Heb 4,12)".

La Palabra de Dios nunca nos deja indiferentes; cuando la acogemos con corazón limpio, nos lleva siempre ante la presencia del Señor y confiadamente nos acerca al trono de la Gracia para escuchar lo que el Señor nos está diciendo en este tiempo. El tiempo de los hombres no es el tiempo de Dios; Él está por encima del tiempo. Pudiendo llevar a cabo su plan sin contar con nuestra colaboración, ha decidido contar con sus criaturas para realizar su obra. Él sigue preparando y disponiendo corazones para Él y para su propósito.

Al Señor le agradan los corazones dispuestos y rendidos ante Él; no hay nada que disguste más su Sagrado Corazón que aquellos corazones que están lejos de Él, a pesar de que estén a su servicio. ¡Cuántos son los corazones que están lejos del suyo, aunque aparentemente están cerca! Se deleita con nuestro corazón dispuesto y busca corazones entregados y rendidos en los que poder habitar y hacer su obra en este tiempo. Por medio de la Santísima Virgen, su Madre, quiere acercar corazones al suyo y poder encontrar así consuelo y deleitarse en ellos.

Él no es un Dios mudo ni sordo, y escucha nuestra oración y desea hablarle al corazón del hombre. Por eso, cuando encuentra un corazón dispuesto le comunica sus secretos y sus confidencias, y lo llena con su Gracia. Su Corazón está deseoso de amarnos más y de mostrarnos cómo es su amor. Hoy nos quiere dar su paz y llenarnos plenamente; cuando el corazón del hombre está lejos del suyo, sufrimos porque no sabemos apreciar todo lo que Él desea darnos y comunicarnos. ¡Tiene tanto para darnos que no sabemos apreciar!

Hay demasiado ruido a nuestro alrededor, tantas voces que nos impiden escuchar su voz que desea hablarnos y revelarnos lo que hay en su Corazón misericordioso. En lo escondido quiere abrirnos su Corazón para que vivamos en intimidad con Él, en Dios: "Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios" (Col 3,1-3).

Nos está diciendo: "Traedme vuestro corazón".

lunes, 18 de enero de 2010

QUE TODOS SEAN UNO

"No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que creerán en mí por medio de su palabra, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en tí, que también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,20-21).

Hoy comienza el octavario de oración por la unidad de los cristianos y creo que es un tiempo propicio para orar al Señor con todo el corazón por la unidad de los cristianos. Esta unidad a la que estamos llamados y que solo puede darse dentro del Cuerpo Mïstico de Cristo, la Iglesia, no puede ser jamás confundida con un falso ecumenismo o universalismo religioso, ya que la unidad solo puede ser auténtica si se asienta sobre la verdad.

En un mundo cada vez más globalizado en todos los sentidos, el relativismo se ha convertido en la nueva expresión de la intolerancia. El Papa Pablo VI dijo: "El arte del apostolado es arriesgado. La solicitud por acercarse a los hermanos no debe traducirse en una disminución de la verdad... Sólo el que es totalmente fiel a la doctrina de Cristo puede ser eficazmente apóstol. Y sólo el que vive con plenitud la vocación cristiana puede estar inmunizado de los errores con los que se pone en contacto."

La verdad plena se encuentra en Cristo, Él mismo es la verdad, y fue el mismo Cristo quien fundó su Iglesia (Mt 16,18-19) para que defendiera la verdadera fe desde sus primeros pasos, frente a errores y herejías que la falseaban. La Iglesia de Jesucristo es "columna y fundamento de la verdad" (1 Tim 3,15), y conservar "el depósito" (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,12-14) de la fe es la misión que el Señor le confió y que ella realiza en todo tiempo, siendo especialmente importante y decisivo en este tiempo que nos toca vivir mantenerse fiel a dicho depósito; de tal manera que todo el Pueblo santo, unido a sus pastores, persevere constantemente en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la Eucaristía y en las oraciones (Hch 2,42), de modo que haya una particular concordia en conservar, practicar y profesar la fe recibida.

"También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas debo conducir: escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, bajo un solo pastor" (Jn 10,16). Hay que tener en cuenta el contexto en el que Jesús se encuentra diciendo estas palabras; se dirige a personas del pueblo judío, los primeros destinatarios de su predicación son las ovejas que pertenecen a "este redil". Sin embargo, se refiere a los que no pertenecemos al pueblo judío cuando habla de las "otras ovejas, que no son de este redil", y que también hemos llegado a formar parte de "un solo rebaño, bajo un solo pastor".

Por lo tanto, la voluntad de Dios es clara y ya fue definida por Aquel que instituyó la Iglesia, su única Iglesia: "Porque hemos sido todos bautizados en un solo Espíritu, para no formar más que un cuerpo entre todos: judíos y griegos, esclavos y libres" (1 Cor 12,13). Entonces, debemos poner "empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" (Ef 4,3-5).

Jesucristo nos prometió que no nos dejaría huérfanos (Jn 14,18) y por eso envió su Espíritu Santo en Pentecostés, cuya primera obra y manifestación fue establecer la Iglesia Católica, donde pudiéramos encontrar nuestro refugio y baluarte ante las tormentas de esta vida. Dios nos ama tanto que no va a parar de buscarnos, tratando de alcanzarnos para traernos a su hogar, a la casa del Padre. Pido al Señor que cada creyente y cada hombre pueda experimentar la paz y la seguridad que supone saber que estamos en casa. ¡Bienvenido a casa!

martes, 12 de enero de 2010

BALUARTE Y FORTALEZA

"Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por eso, no tememos aunque la tierra se conmueva y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar; aunque bramen y se agiten sus olas, y con su ímpetu sacudan las montañas. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios de Jacob. Del río sus corrientes alegran la Ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana. Tiemblan las naciones, titubearon los reinos; dio Él su voz, se derritió la tierra. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios de Jacob. Venid a contemplar las obras del Señor, Él hace cosas admirables en la tierra...” (Salmo 46,1-9).

¡Qué maravillosa palabra! La Palabra de Dios para nosotros es tan poderosa y tan firme... Dios sabe que todos enfrentamos necesidades profundas; todos nos topamos con presión, tentaciones, tiempos de confusión que hacen que nuestras almas tiemblen. Su mensaje para nosotros en este Salmo 46 es justamente para tiempos como estos. Si nosotros nos dejamos vencer por el miedo, dejándonos derribar o llenándonos de desesperación, estaremos viviendo absolutamente en contra de su Palabra en nuestras vidas.

Necesitamos entender lo que el Señor nos está diciendo en este Salmo. Nuestro Dios está disponible para nosotros en cualquier momento, día y noche. Él está continuamente a nuestra disposición, dispuesto a hablarnos y guiarnos. Y Él ha hecho esto posible al darnos su Espíritu Santo para que habite en nosotros.

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hebreos 4,16). “En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en Él” (Efesios 3,12). Estos versículos nos invitan y nos hablan de acudir al Señor con confianza. Cuando Dios nos dice que vayamos a su trono confiadamente, con seguridad, no se trata de una sugerencia; es lo que nos pide y debemos tenerlo muy en cuenta. ¿De dónde obtenemos esta confianza, este acceso seguro para comunicarnos con Él?

“La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5,16). La palabra “eficaz”, aquí, proviene de una palabra cuya raíz griega significa: “una posición firme”. Sugiere una actitud inconmovible, sólida. También implica la palabra “fervor” que se refiere a una confianza construida sobre una evidencia contundente, una prueba absoluta que respalda la petición. Ambas palabras juntas “fervor eficaz”, implican acercarse al Señor con pleno convencimiento y esto va mucho más allá de las emociones, los gritos o un entusiasmo exagerado.

Dicha oración sólo puede venir de un siervo que busca la voluntad de Dios y está plenamente persuadido de que el Señor está obligado a cumplir su Palabra. De hecho, es importante que ninguno de nosotros vaya a la presencia de Dios sin tener consigo su Palabra. El Señor quiere que traigamos sus promesas, que se las recordemos, que le comprometamos con éstas y nos pongamos en pie y firmes sobre dichas promesas.

Dios nos ha prometido que en medio de una crisis persistente, Él será nuestra ayuda y siempre estará presente. La presencia viva del Señor está siempre en nosotros. Y si Él está siempre presente en nosotros, entonces Él desea una continua conversación con nosotros. Él desea que hablemos con Él, sin importar donde estemos: en el trabajo, con la familia, con amigos, incluso con no creyentes.

No podemos aceptar la mentira que Satanás ha sembrado hoy en tantos hijos de Dios: que el Señor ya dejó de hablarle a su Pueblo. El enemigo quiere que pensemos que Dios ha permitido a Satanás crecer en poder e influencia, pero que a la vez, Dios no ha equipado a su Pueblo con una mayor autoridad. ¡Esto jamás! No importa lo que el diablo tenga en contra nuestra. El poder de Dios en su Iglesia siempre será mayor que los ataques de Satanás.

En tiempos peligrosos como éstos, ¿no tiene la Iglesia de Jesucristo poder para hacer algo? ¿Nos sentaremos a esperar? ¿O somos llamados a tomar medidas drásticas de algún tipo? Cuando muchos a nuestro alrededor están temblando, con los corazones llenos de miedo, somos llamados a tomar las armas espirituales y batallar contra el adversario.

El profeta Joel vio que se acercaba un día similar para Israel, uno de “densa oscuridad y tristeza”. Según Joel, el día de oscuridad que se aproximaba sería como nunca se había visto en su historia. El profeta clamó: “¡Ay del día! Porque cercano está el día del Señor, y vendrá como destrucción por el Todopoderoso” (Joel 1,15). ¿Cuál fue el consejo de Joel para Israel en aquella hora oscura? El trajo esta palabra: “Por eso…dice el Señor, convertíos a mí con todo el corazón, con ayuno y llantos y lamentos. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios; porque es bondadoso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. ¡Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de Él!” (Joel 2,12-14).

“¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; los pondrás en tu Tabernáculo a cubierto de lenguas pendencieras” (Salmo 31,20-21).

“Deléitate asimismo en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Dios tu camino, confía en Él y Él hará su obra” (Salmo 37:4-5).

viernes, 8 de enero de 2010

EL GRAN DESAFIO

Dios, el Creador, ha creado libres a todas sus criaturas incluyendo a los demonios. Por eso, éstos pueden hacer tanto con innumerables medios. Los ha creado libres y no les ha quitado los dones naturales. Obran sin pausa, desde la caída del hombre, induciéndolo con el engaño a desobedecer a Dios, inculcando en el hombre su mismo tremendo vicio: la soberbia. Obrando contra el hombre, su falsedad y maldad se funden conjuntamente en una mezcla espiritual que abrasa y explota.

Ningún medio se desaprovecha; lisonjas, seducciones, sensualidad, moda provocativa, pornografía, fraude, hurto, violencia, terror y todo cuanto su agudísima inteligencia les permite inventar. Su grande y loco sueño es emular a Dios; ¡como Dios, quiere poseer un reino! Con la insidia tendida a los primeros padres, lo logró en cierto modo. Con la caída de Adán y Eva la humanidad le pertenece; sería suya en el tiempo y en la eternidad si no hubiera intervenido el Señor. Nació así el río de aguas impuras con todos los males; nació el sufrimiento, nació la vergüenza, nació la concupiscencia, se desbocaron todas las pasiones. Por aquel pecado ha entrado la muerte en el mundo, ha entrado el trabajo con sudor: es el mal que ha nacido de Satanás y que se vuelca sobre la humanidad.

El desafío fue lanzado, pero el desafío lanzado a Dios le costará caro, en el tiempo y en la eternidad. Los hombres que no han aceptado la soberanía de este terrible tirano, los que verdaderamente creen en Dios, se preguntan asombrados: ¿pero por qué todavía puede tanto? ¿por qué Dios, que es infinitamente más grande y más potente, no le impide actuar? ¿por qué no lo encierra en su Infierno?

No nos toca a nosotros juzgar el obrar de Dios. ¿Quiénes somos nosotros para presumir de poderlo hacer? De todos modos, Él mismo nos ha iluminado y nosotros sabemos las razones principales, al menos. Dios no priva nunca a sus criaturas de los dones dados gratuitamente. Son las criaturas las que pueden perderlos, como el don de la Gracia, destruido, sea en los ángeles, sea en los hombres, no por parte de Dios sino por libre elección de los ángeles y de los hombres. Los dones naturales permanecen también con el pecado. Pero Dios, por un misterioso designio de su Providencia, somete el mal al bien. También Satanás un día deberá reconocer haber servido siempre a Dios.

Las tentaciones que el Demonio despliega sobre el hombre sirven frecuentemente para hacer al hombre más prudente, más asiduo a la oración; esto es, sirven para empujarlo hacia Dios. La tentación no rechazada, sino acogida y consumada en el pecado, sirve para humillar al hombre y castigarlo por su presunción. Es difícil para nosotros penetrar en los misteriosos designios de Dios, todos de amor, de misericordia y de justicia. En esta última palabra quiere detener nuestra atención. Dios da a todos la gracia suficiente para salvarse. Quien la rechaza comete una injusticia con relación a Dios. La justicia divina restablece el equilibrio roto por culpa de la criatura ingrata y rebelde a los dones de Dios.

Para nosotros, cristianos, bastaría saber que Dios es amor infinito. Por eso, esto debería bastar para confiar ciegamente en Él sin la presunción de querer criticar su obrar. De todos modos, Satanás, el genio maléfico del mal, incapaz de bien, en el día del juicio final, con vergüenza desesperada deberá admitir haber prestado una grandísima contribución a la santificación y por tanto a la glorificación de una multitud de santos, de mártires, de vírgenes, de bienaventurados comprensores del Paraíso. ¡Designio maravilloso, misericordioso, designio misterioso de la omnisciencia y omnipotencia divina!

Confusión grande aquel día de llanto y de amargura, pero también día de justicia perfecta. El Verbo de Dios hecho carne, en presencia del Cielo y de la tierra, de todos los vivientes del mundo invisible y visible, en el fulgor de su gloria y majestad divina, mostrará su potencia infinita. Él, la Resurrección y la Vida pronunciará la sentencia sin apelación sobre quien ha ahogado la Vida divina y humana en la muerte. Aquellos que hayan creído en Él vivirán eternamente. Aquellos que no hayan creído en Él tendrán muerte eterna, en aquel lugar de tormentos sin fin y sin esperanza. ¡Se necesita ser verdaderamente insensatos y ciegos para no ver!

Fuente: Confidencias de Jesús a un Sacerdote