lunes, 19 de diciembre de 2011

CARTA A LA IGLESIA DE ESPAÑA

Por medio de estas líneas es mi deseo poder compartir con los pastores y
responsables de la Iglesia de España algo que me siento impulsado a no guardar para mí.

Yo, vuestro hermano Onofre, soy un laico comprometido con la Iglesia de España y la nueva evangelización, apasionado por Jesucristo y con un deseo cada día mayor de amar y hacer amar a su Iglesia. Casado con Icíar desde hace trece años y sin poder tener hijos, pueden dar referencia de mi persona algunos obispos, varios sacerdotes y un buen número de laicos comprometidos.

Un día cualquiera del mes de diciembre, en pleno tiempo de Adviento y después de haber participado en la Eucaristía, regresé a mi casa como cada día para continuar con mis tareas cotidianas, cuando empecé a escuchar en mi interior palabras y frases seguidas, unas detrás de otras, que no conseguía detener o alejar de mí.

Soy consciente de no ser más que una pequeña e insignificante pluma en manos de un buen escritor; un centinela que no hace más que aquello que debe hacer por el bien de su Pueblo, como el profeta Ezequiel en tiempos del asedio de Jerusalén por parte de Nabucodonosor (Ez 33,3-9).

“Y tú, ármate de valor; ve y diles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque de otra manera te haré temblar delante de ellos. Yo te pongo hoy como ciudad fortificada, como columna de hierro, como muralla de bronce... yo estaré contigo para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra” (Jer 1,17-19)...

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