viernes, 19 de febrero de 2010

MEJORAR UNA SITUACION ESPIRITUAL IV

La adoración Eucarística es una poderosa manera de mejorar una situación espiritual y de alcanzar liberación y sanación; al menos una hora o media hora semanal ante el Sagrario o ante el Santísimo Expuesto, si es posible.

Adorar es la relación connatural del hombre con Dios, de la criatura inteligente con su Creador. Los hombres y los ángeles deben adorar a Dios. En el cielo, todos, las almas bienaventuradas de los santos y los ángeles, adoran a Dios. Cada vez que adoramos nos unimos al cielo y traemos nuestro pequeño cielo a la tierra. La adoración es el único culto debido solamente a Dios. Cuando Satanás pretendió tentar a Jesús en el desierto le ofreció todos los reinos, todo el poder de este mundo si le adoraba. En su soberbia de locura, pretende la adoración debida solo a Dios. Así le respondió Jesús con la Escritura: "Solo a Dios adorarás y a Él rendirás culto".

La adoración Eucarística es adorar la divina presencia real de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en la Eucaristía. En la Eucaristía adoramos a Dios en Jesucristo, y Dios es Uno y Trino porque en Dios no hay divisiones. Jesucristo es Uno con el Padre y el Espíritu Santo y, como enseña el Concilio de Trento, está verdaderamente, realmente y substancialmente presente en la Eucaristía. La divina Presencia real del Señor es el fundamento primero de la devoción y del culto al Santísimo Sacramento. Este culto de adoración se apoya en una razón seria y sólida, ya que la Eucaristía es a la vez sacrificio y sacramento, y se distingue de los demás en que no solo comunica la gracia, sino que encierra de un modo estable al mismo Autor de ella.

La Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia ofrecido a todos para que todos puedan recibir por ella gracias abundantes y bendiciones. La Eucaristía es el sacramento del sacrificio de Cristo del que hacemos memoria y actualizamos en cada Misa y es también su presencia viva entre nosotros. Adorar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento es la respuesta de fe y de amor hacia Aquel que siendo Dios se hizo hombre, hacia nuestro Salvador que nos ha amado hasta dar su vida por nosotros y que sigue amándonos con amor eterno. Es el reconocimiento de la misericordia y la majestad del Señor, que eligió el Santísimo Sacramento para quedarse con nosotros hasta el fin del mundo.

Quien adora da testimonio de amor, del amor recibido y del amor correspondido, y además da testimonio de su fe. Ante el misterio inefable huelgan palabras, solo silencio adorante, solo presencia que le habla a otra presencia. Solo el ser creado ante el Ser, ante el único Yo soy, de donde viene su vida. Es el estupor de quien sabe que ¡Dios está aquí! ¡Verdaderamente aquí!

Fuente: adoracionperpetua.info