miércoles, 7 de octubre de 2009

JESUCRISTO ES EL MISMO AYER, HOY Y SIEMPRE

Todos nosotros necesitamos siempre volver a los origenes y a lo que es fundamental, sobre todo cuando nos damos cuenta del tiempo en que nos toca vivir como creyentes y del tiempo en el que debemos expresar que somos Pueblo en misión.

Debemos darnos cuenta del tiempo y del escenario en el que nos encontramos, donde el Señor nos ha puesto para llevar a cabo nuestro apostolado y expresar nuestra identidad de discípulos que toman la cruz cada día para seguirle a Él. Porque en la medida en la que vayamos siendo más conscientes del tipo de terreno que tenemos que pisar, acertaremos mejor a utilizar el calzado más adecuado para ese terreno.

Las señales de los tiempos o signos de los tiempos nos ayudan, como cristianos, a situarnos correctamente en el momento histórico en el que nos encontramos. Leemos en el Evangelio de San Lucas: "Jesús dijo también a la gente: Cuando veis que las nubes aparecen por occidente, decís que va a llover, y así sucede. Y cuando el viento sopla del sur, decís que va a hacer calor, y lo hace. ¡Hipócritas!, si sabéis interpretar tan bien el aspecto del cielo y de la tierra, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo en que vivís?" (12,54-56).

El progreso de la humanidad en la segunda mitad del siglo XX es un claro signo de estos tiempos: la electricidad, la radio, la televisión, los aviones, la telefonía móvil, internet, los satélites, los microchips, las armas nucleares, etc. En el orden político, económico, social, moral y religioso se han venido dando una serie de hechos que evidencian signos positivos en cuanto a que expresan un desarrollo de la inteligencia humana y de la convivencia entre los hombres, pero también expresan signos negativos en cuanto a una degradación humana con expresiones desgarradoras como las dos guerras mundiales y una contínua guerra fría que ha matado a millones de seres humanos, el aborto, el hambre, el deterioro moral de la sociedad y de muchos pastores de la Iglesia, en el orden espiritual; la gran proliferación de todo lo relacionado con la New Age y la globalización en el orden político, económico y religioso que camina hacia la consecución de un nuevo orden y gobierno mundial.

Esta rápida y escueta radiografía de nuestro mundo actual nos debe ayudar a interpretar el tiempo en que vivimos. Porque si decimos que somos un Pueblo que tiene una misión, debemos conocer cuál es dicha misión y cuál es la tierra de misión a la que somos enviados y en la que debemos llevar a cabo nuestro apostolado. Porque no podemos cerrar los ojos a lo que está sucediendo a nuestro alrededor y pasar de largo como si no fuera con nosotros. El Señor nos pide interpretar los signos de nuestro tiempo, porque así estaremos mejor preparados para afrontar nuestra misión con los medios necesarios y las armas adecuadas.

Desde aquí, creo que necesitamos purificar el concepto de misión y entender bien cuál es la tarea que nos ha sido encomendada como católicos; por un lado, hemos sido llamados a proclamar la Buena Noticia de Jesucristo a través de la evangelización, y por otro, somos llamados a ser Pueblo profético que defienda la Verdad con la vida y con la palabra, constituyendo un baluarte que hace frente a la ola del mal y defiende a la Iglesia de Cristo.

San Pablo podía decir: "Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20) y por eso fue el apóstol incansable que no dejó de anunciar a Jesucristo un solo momento. Él nos llama para transformarnos y hacernos pescadores de hombres. A los Doce les llamó para estar con Él, mirarle a Él; esta es la mejor escuela de vida. Cuando entramos en la escuela de Cristo, se da la transformación. Pero hay condiciones para entrar en la escuela de Cristo: renunciar a todo lo que tenemos aprecio (Lc 14,25-33; Mc 8,34-38). Llamados a perder nuestra vida porque estamos ocupados en Cristo; cada día, cada momento hay que decidir por Cristo.

La misión solo es efectiva desde un corazón de discípulo; no podemos ser apóstoles sin ser discípulos de Cristo. El discípulo vive en obediencia y en humildad. Las señales de estos tiempos nos muestran que no es posible seguir a Cristo si no somos discípulos, que no podemos ser discípulos si no es en comunidad y que no llevaremos a cabo nuestro apostolado si no es como comunidad de discípulos en misión dentro de la Iglesia.

Estamos en medio de grandes sufrimientos físicos y morales, una gran confusión generalizada, donde la corrupción se hace presente en todas partes y la tensión mundial crece a pasos agigantados. ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué es realmente lo que está pasando? Los signos de los tiempos manifiestan la férrea lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, entre Cristo y Satanás. La Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia y la guía profética que recibimos por medio de revelaciones privadas y mensajes auténticos de la Santísima Virgen María en esta etapa de la historia, nos hablan de la tremenda batalla espiritual en la que nos encontramos y de la presencia de Satanás en el mundo y en la Iglesia.

El Papa Juan Pablo II dijo lo siguiente en el Congreso Eucarístico de Filadelfia, Pennsylvania, en el año 1976: "Estamos ahora ante la confrontación histórica más grande que la humanidad jamás haya conocido. Estamos ante la lucha final entre la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio. No creo que el ancho círculo de la Iglesia americana ni el extenso círculo de la Iglesia Universal se den clara cuenta de ello. Pero es una lucha que descansa dentro de los planes de la Divina Providencia."

Como dijo el Papa, aunque la gran mayoría de la Iglesia no se de clara cuenta de ello, hemos sido llamados a interpretar correctamente el tiempo en que vivimos. Tiempo que requiere, no de teólogos sabios ni humanistas inteligentes, sino de hombres y mujeres que sean auténticos apóstoles de estos tiempos llamados a "anunciar con valentía las verdades de la fe católica, proclamar el Evangelio con fuerza, desenmascarar con decisión las herejías peligrosas que se disfrazan de verdades para engañar mejor las mentes y de este modo alejar de la fe un gran número de fieles" (mensaje de la Santísima Virgen por medio del P. Gobbi, fundador del Movimiento Sacerdotal Mariano).

"Serán los verdaderos apóstoles de los últimos tiempos
-dice San Luis María Grignion de Monfort- a quienes el Señor de los ejércitos dará la palabra y la fuerza necesaria para realizar maravillas, que caminarán tras las huellas de pobreza, humildad, desprecio del mundo y caridad, enseñando el camino estrecho de Dios con la pura verdad conforme al Evangelio y no con las máximas del mundo... llevando en su boca la Palabra de Dios, sobre sus hombros el estandarte de la cruz, en la mano derecha el crucifijo; en la izquierda el Rosario; en el corazón los Sagrados Corazones de Jesús y de María y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo."

"Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Heb 13,8)