jueves, 15 de octubre de 2009

VIGILAD Y ORAD

El Verbo Eterno de Dios hecho Carne, respondió a la acción de Satanás con un acto de humildad, primero lavando los pies de sus Apóstoles y luego instituyendo el Sacramento de la Eucaristía. A la desmedida soberbia de Satanás ha dado una respuesta de infinita humildad y la sigue dando todavía a los nuevos Judas que se suceden a través de los siglos.

Dio a sus Apóstoles una preciosa enseñanza para no caer en las insidias y trampas de Satanás: "Vigilad y orad para no caer en tentación" (Mt 26,41). Con su comunión sacrílega, Judas concretó en sí las palabras: "Quien come mi Carne y bebe mi Sangre indignamente, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,27). Tremendas palabras que tienen su cumplimiento en el alma de aquellos sacerdotes que concluyen mal su prueba en la tierra.

Satanás tentó a los Apóstoles que estaban junto al Señor , y los doblegó a su querer, porque no hicieron un tesoro de sus palabras: "Vigilad y orad", que les dirigió para advertirles y prepararles contra la tentación del Enemigo. El demonio hizo buen juego con los Apóstoles que en Getsemaní huyeron vilmente; entre los doce, uno le traicionó y otro renegó de Él jurando que nunca le había conocido.

Satanás no perdonó a ninguno, ni siquiera a la Madre, cuyo ánimo insidió con la duda sobre la Resurrección; pero no pudo hacer ni el más pequeño rasguño al Alma Inmaculada de María, Templo resplandeciente del Espíritu Santo. Pocos son los que, aun siendo tentados, quedan inmunes a la acción corrosiva del demonio. Aun los buenos discípulos de Emaús y tantos otros amigos del Señor tampoco fueron excluídos de la tentación y cedieron al descorazonamiento. La nefasta obra de Satanás desde la caída del hombre no ha sufrido mengua y no la tendrá hasta la consumación de los tiempos, cuando también él será juzgado por segunda vez con todas sus legiones.

La historia de la Iglesia y de la humanidad está constituida esencialmente por la creación y caída de los Angeles, por la creación y caída de toda la humanidad en Adán y Eva, por el Misterio de la Redención y por el Misterio de la Iglesia salida del Corazón abierto de Cristo, Verbo Eterno. El árbol de la vida, que tiene sus raíces en Dios, ha sido envenenado por Satanás.

Dios es la única, grande y omnipotente Realidad que domina la vida, la muerte, el tiempo y el espacio, el cielo y la tierra. Satanás, aun estando distanciado de Dios por un abismo insalvable, por lo que jamás podrá nada contra Dios, desfoga su poder, grande pero limitado y lleno de oscuridad, contra la humanidad entera de la que logró adueñarse en Adán y Eva, y que Dios volvió a arrancar desde el primer día con el anuncio hecho a los primeros padres, después de su confesión, del Misterio de su Encarnación.

Estas realidades los hombres las han olvidado. En la Iglesia no se ven éstas con la claridad necesaria para el planteamiento sobre bases sólidas, de una pastoral eficaz para bien de las almas. Trabajan en vacío todos aquellos Obispos y Sacerdotes que no tienen ideas claras ni convicciones sólidas de esta realidad de la que las Sagradas Escrituras, antiguas y nuevas, hablan continuamente. No creer esto firmemente quiere decir desviar tesoros irrecuperables de tiempo, de fatigas, de energías, de estudios, de sobrenatural, hacia un terreno infecundo donde todo se pudre. Imaginemos las consecuencias que se derivan de desviar un río de su cauce natural, sobre un terreno formado por alturas y depresiones: se forman estancamientos en los que las aguas se corrompen, se saturan de miasmas, y se hacen portadoras de infecciones y enfermedades.

Así es ahora la Iglesia. Esta crisis de fe que tiene sus raíces en la soberbia y la presunción, ha oscurecido las grandes realidades, claras aguas de manantial, haciendo desviarse el río de luz y de verdad de las Escrituras y de la Tradición de su cauce natural a riachuelos de aguas pútridas. Dios es obrador de bien, de luz, de verdad, de justicia y de paz; Satanás es obrador del mal. He aquí el origen de la historia que abarca cielo y tierra, que abarca a la humanidad.

¿Qué piensan de ello los Pastores de almas? Si suprimís esta realidad de la mente y de los corazones de los hombres, ¿qué va a ser de los hombres? ¿Se puede pensar en anular esta realidad sin contradecir y minar desde su base la esencia de la historia humana? Piensen los Pastores de almas y mediten en serio, porque es desde aquí, desde la raíz, desde donde se debe curar el mal.

Fuente: Confidencias de Jesús a un Sacerdote