lunes, 3 de agosto de 2009

RECTITUD DE CORAZON

Estamos llamados a caminar delante del Señor con un corazón perfecto; es decir, que vive en rectitud. Tener un corazón perfecto ha sido parte de la vida de fe desde el tiempo en que Dios habló a Abraham: "Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto" (Gn 17,1). David determinó en su corazón obedecer al Señor y ser perfecto: "Quiero vivir con rectitud... Será intachable mi conducta aun en mi propio palacio" (Sal 101,2).

Para poder asumir este llamado (Mt 5,48), primero debemos entender que ser perfectos no significa tener una existencia sin pecado, sin errores. A los ojos del Señor significa algo diferente; rectitud, pureza y obediencia. Un corazón perfecto es un corazón que vive en obediencia constante, responde de una forma rápida y total a la Palabra de Dios. Es un corazón siempre receptivo a los suspiros, susurros y advertencias del Señor. Dice en todo momento: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 S 3,10).

Un corazón así clama a Dios como lo hizo David: "Oh Dios, examíname, reconoce mi corazón; ponme a prueba, reconoce mis pensamientos; mira si voy por el camino del mal y guíame por el camino eterno" (Sal 139,23-24). Es verdad que Dios examina nuestros corazones: "Yo, el Señor, que escudriño el corazón y conozco a fondo los sentimientos" (Jer 17,10). El corazón perfecto que camina en rectitud se expone al Espíritu Santo para que examine e ilumine lo más íntimo; sin embargo, aquellos que esconden algo no desean ser revisados ni ser hallados culpables.

El anhelo de un corazón perfecto va más allá y busca estar siempre en la presencia de Dios, vivir en comunión con Aquel que muestra su rostro a los humildes. El profeta Jeremías habló mucho de predisponer el corazón para buscar al Señor; él mismo vivió en esa disposición de corazón para buscar a Dios, y por eso la Palabra de Dios vino a él una y otra vez. Es verdad que esto le costó muchas lágrimas y se dice que fue el profeta de la antigüedad que más se asemejó a Cristo en sus sufrimientos, incomprensiones y persecuciones; sin embargo, nos trajo la promesa de salvación por medio de la Nueva Alianza.