viernes, 24 de julio de 2009

CREADOS PARA DIOS

Cuando las personas llegan a cierta edad, caen en la cuenta con evidencia meridiana, que la vida es corta, que las cosas del mundo son vanas y engañosas, que todo se acaba y desaparece, como el agua que corre, o el humo que se disipa, o la vela que se consume y apaga. Cae uno en la cuenta de que, efectivamente, el camino de la vida eterna es estrecho, que el tiempo es incierto e inseguro; que es fácil torcerse y perderse, que no es fácil salvarse.

Por otra parte, cuando uno tiene presente que Dios nos ha creado, nos ha redimido, nos ha santificado con su Espíritu y tiene proyectado glorificarnos eternamente en el cielo... Cuando uno tiene presente el cúmulo de gracias recibidas a lo largo de toda la vida. ¿Quién podría enumerarlas? Creedme que yo era un tronco en la selva y de golpe me encuentro que soy misionero laico e hijo de Dios. Cuando uno se siente herido e iluminado por ese rayo de luz divina que alumbra nuestras vidas, nuestras miserias y nuestra incorrespondencia a esa gracia del cielo, que la vida se apaga y no queda tiempo...

Nuestra alma está hecha para Dios y no puede conformarse con menos que Dios. Nuestra alma suspira por ver a Dios. Nuestra alma está hecha para ver a Dios; suspira, gime y anhela ver a Dios, y será nuestra alma la eternamente insatisfecha hasta que descubra y vea a su Dios. Este pensamiento es patrimonio de todos los hijos de Dios que le han descubierto, aunque sea a tientas.

Dios está en el interior del alma, en su propio templo, hecho a imagen y semejanza de Dios. Y ahí, en el interior del alma, es donde ha de buscarle el buen contemplativo, si es que quiere hallarle. Pero si todavía dices: puesto que está en mi alma, ¿por qué no le hallo, ni le siento, ni le veo? La causa por qué tú no le hallas, ni le sientes, ni le ves, es por eso, porque está escondido en el interior de tu alma, y tú andas atareado en muchas ocupaciones y negocios.

Tú tienes tu alma cargada de muchas cosas materiales, está quizás sobrecargada de cosas materiales; a veces estúpidas y absurdas, y no te dejan ver, ni encontrar, ni sentir a Aquel que la creó a su imagen y semejanza, para ser templo donde Él habitará. Tu alma ha sido creada por Dios para ser sagrario vivo, consciente y responsable de la Santísima Trinidad; del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. No llenes tu alma de trastos ni estupideces que no te dejarán ver a Dios.

Vacía tu alma de todo lo que no es Dios y verás con limpieza al Señor, que la creó, en ella escondido. Busca al Señor en fe y en amor, y en la fe y en el amor le encontrarás. La fe es el camino por donde se llega a Dios. El amor es el guía que la encamina. Mira que la recta satisfacción de tu alma no se halla en la posesión de las cosas, sino en la desnudez y carencia de ellas, y en la pobreza de espíritu por amor a tu Dios. Necesitamos limpieza de vida, de alma y corazón para ver a Dios en nuestra alma.

Todo cuanto existe son criaturas que están dando gritos diciéndonos: somos criaturas porque hay un Creador. La tierra y los astros y cuanto existe son voceros que están dando voces proclamando la existencia de su Creador y Señor. El alma creada por Dios y para Dios, suspira por su Dios y gime por su Dios. Dios ahora escondido y oculto (Is 45,15), el alma le desea sin los velos de la fe. Dios conocido, Dios sabido, Dios gustado y vivido. El alma está hecha por Dios y para Dios, y el alma no puede conformarse con nada ni con nadie, más que con Dios.

Es sabido que el alma más vive donde ama que donde anima. Más vive el alma en Dios a quien ama, que en el cuerpo donde anima. El alma vive por amor en lo que ama, en Dios. Pero además de esta vida de amor por el que vive en Dios, el alma que le ama tiene su vida radical y naturalmente en Dios, como todas las criaturas, según aquello de San Pablo: "En Él vivimos, nos movemos, existimos y somos" (Hch 18,28).

Fuente: San Juan de la Cruz (un tesoro escondido e ignorado)