martes, 23 de junio de 2009

AÑO SACERDOTAL

El Papa Benedicto XVI ha resuelto convocar oficialmente un "Año Sacerdotal" con ocasión del 150 aniversario del "dies natalis" de Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars y patrón de los sacerdotes. Ha comenzado el viernes 19 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, y concluirá el mismo día del año próximo.

Este año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso y coherente con el don recibido. Una gran oportunidad también para que oremos por nuestros sacerdotes y les acompañemos con nuestro amor y cercanía.

Los sacerdotes, hijos predilectos de la Virgen María, están llamados a ser santos, cumplir sus votos por amor a Dios y retirarse de vez en cuando para escuchar al Señor. Deben meditar mucho en la Pasión de Jesús, de manera que sus vidas puedan estar más unidas a Cristo para ofrecerse en sacrificio por la salvación de las almas. Deben hablar más de María, el camino más seguro para llevarnos a Jesucristo.

La crisis del sacerdocio, las desviaciones doctrinales y prácticas en torno a la Eucaristía, la progresiva pérdida de todo enfoque penitencial o ascético de la vida y la marginación de Cristo en todo lo que Él pueda ser una exigencia personal de paciencia, sumisión, sacrificio y humillación son realidades en la Iglesia del tercer milenio. Por eso necesitamos sacerdotes santos, hombres de oración en cuya agenda siempre haya largos momentos delante del Sagrario, en verdadera intimidad con Dios. Un abandono total a su voluntad y un rostro transfigurado son elementos que impresionaban a los que conocían al Santo Cura de Ars.

El 5 de enero de 1971 se hizo pública en Roma una exhortación apostólica dirigida por Pablo VI a todos los obispos, con ocasión de haberse cumplido el quinto aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. El Papa emplea un tono fuerte y apremiante, bastante inusitado en él, que demuestra su preocupación porque no todos los obispos están cumpliendo con su deber:

"Numerosos fieles se siente turbados en su fe por una acumulación de ambigüedades, de incertidumbres y de dudas en cosas que son esenciales... Mientras el silencio va recubriendo poco a poco algunos misterios fundamentales del cristianismo, vemos aparecer una tendencia a construir, partiendo de datos psicológicos y sociológicos, un cristianismo desligado de la tradición ininterrumpida que lo une a la fe de los Apóstoles, y exaltar una vida cristiana privada de elementos religiosos... De entre nosotros mismos -como en tiempos de San Pablo- se levantan hombres que dicen cosas perversas, para arrastrar a los discípulos en su seguimiento (Hch 20,30)..."


Pidamos al Señor que podamos aprender del Santo Cura de Ars delante de la Eucaristía, cómo es simple y diaria la Palabra de Dios que nos instruye, cómo es tierno el amor con el cual acoge a los pecadores arrepentidos, cómo es consolador abandonarse confidencialmente a su Madre Inmaculada, cómo es necesario luchar con fuerza contra el Maligno. Hagamos nuestras las mismas palabras que usaba San Juan María Vianney:

"Te amo, mi Dios, y mi solo deseo es amarte hasta el último respiro de mi vida.
Te amo, oh Dios, infinitamente amable, y prefiero morir amándote antes que vivir un solo instante sin amarte.
Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es aquella de amarte eternamente.
Dios mío, si mi lengua no pudiera decir que te amo en cada instante, quiero que mi corazón te lo repita tantas veces cuantas respiro.
Te amo, oh mi Dios Salvador, porque has sido crucificado por mí, y me tienes acá crucificado por Ti.
Dios mío, dame la gracia de morir amándote y sabiendo que te amo."
Amén