jueves, 30 de abril de 2009

SAN JEREMIAS PROFETA

El día 1 de mayo se celebra la conmemoración del profeta Jeremías que anunció la ruina de la Ciudad Santa y la deportación del pueblo elegido, sufriendo muchas persecuciones a causa de ello.

Jeremías, que nació en una aldea situada a unos 5 km. al noreste de Jerusalén llamada Anatot, pertenecía a una familia sacerdotal y, cuando era todavía muy jóven, fue llamado por Dios a ejercer la misión profética en un momento de especial dificultad.

En esa época, Asiria estaba llegando a su ocaso y Babilonia aún no había empezado a someter los territorios que se habían liberado de la dominación asiria. Ayudado por esas circunstancias externas favorables, el rey Josías de Judá empezó a promover su reforma religiosa y a desarrollar una política independiente. Pero este proceso de restauración quedó trágicamente interrumpido por la muerte del jóven rey en Meguido, el año 609 a.C. Los reyes que le sucedieron en el trono, mal asesorados por sus funcionarios, cometieron un desacierto tras otro, y el resultado final de la desintegración política y moral fue la destrucción de Jerusalén en el 587 a.C.

En las dos primeras décadas de la actividad profética de Jeremías, su principal preocupación fue lograr que Israel tomara conciencia de sus pecados. De ahí la insistencia con que el profeta denuncia la mentira, la violencia, la injusticia, la dureza de corazón y, sobre todo, el pecado que está en la raíz de todos estos males: el abandono de Dios. Esta infidelidad del pueblo elegido, que había sido liberado de la esclavitud de Egipto, debía traer como consecuencia inevitable el juicio divino; por eso, al mismo tiempo que condenaba la gravedad del pecado y llamaba a la conversión, Jeremías anunció la inminencia del desastre y se atrevió a predecir públicamente la destrucción del templo de Jerusalén.

Esta predicación de Jeremías, especialmente después de la muerte del rey Josías, encontró una resistencia cada vez más obstinada por parte de sus compatriotas. El pueblo y sus gobernantes no atinaban a encontrar el verdadero camino, y ni siquiera eran capaces de reaccionar cuando la voz de los profetas los llamaba a la reflexión. La experiencia de este rechazo, repetida una y otra vez, hizo que Jeremías se interrogara dolorosamente sobre el porqué de aquella resistencia a la Palabra de Dios.

Los mártires y profetas de nuestro tiempo están llamados a seguir el ejemplo de vida de quien, por amor a su pueblo obstinado, se consumió en dolores y angustias con paciencia invencible frente a las persecuciones de aquellos a los cuales amaba.