martes, 5 de mayo de 2009

ALBA DE RESURRECCION

"Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor despunta sobre ti, mientras las tinieblas envuelven la tierra y la oscuridad cubre los pueblos. Sobre ti se levanta el Señor" (Is 60,1-2).

Jesucristo vino al mundo en una noche oscura. La noche de los tiempos había caído sobre la humanidad. Él nació en el corazón de la noche para indicar las tinieblas que envolvían a toda la humanidad, provocadas por Satanás con la insidia tendida a los primeros padres. La luz de la Gracia fue suplantada en Adán y Eva y sus descendientes, por la noche del pecado, de la ignorancia, del mal.

No por nada fue anunciado su Nacimiento por la aparición de una estrella en el cielo y un resplandor prodigioso que aclaró las tinieblas del establo en que Él nació. La Luz del mundo vino para hacer huir las tinieblas en las que la humanidad estaba envuelta. Oscuridad intensa se hizo también en el Calvario; era pleno mediodía cuando fue alzado de la tierra, pero desde aquel momento la luz del día se hizo cada vez más tenue y a ella sucedieron las profundas tinieblas cuando exhaló su espíritu. Tinieblas exteriores para indicar las tinieblas interiores de sacerdotes y escribas, fariseos, doctores y todo el pueblo que, con malvado sadismo, habían querido asistir a su Pasión y Muerte.

El pecado lleva siempre oscuridad; de modo especial, el pecado de soberbia que espesa las tinieblas y las transforma en oscuridad total, por lo que el alma contagiada no ve nada más. No valieron los milagros realizados por Cristo durante su Pasión, como no valieron lo milagros realizados durante su vida pública; ni siquiera la resurrección de Lázaro, a la que asistieron no pocos sacerdotes y doctores de la ley, sirvió para disipar la oscuridad en el espíritu de los presuntuosos sacerdotes del templo.

Su Muerte fue acompañada por hechos preternaturales: un violento terremoto hizo tambalearse la tierra, el templo de Jerusalén fue sacudido desde sus cimientos, el velo se rasgó y algunos muertos resucitaron. Los soberbios del Templo nada vieron y nada entendieron, pero el Centurión golpeándose el pecho, dijo: "Verdaderamente éste era el Hijo de Dios".

Oscuridad produjo entonces y oscuridad produce hoy el rechazo de Dios. Hay una gran analogía entre los tiempos actuales y aquellos de su vida terrena, porque la Pasión sufrida por Cristo está por renovarse en su Cuerpo Místico. Escribas, sacerdotes y fariseos no faltan hoy tampoco y no son menos hipócritas que los de entonces.

Fuerzas tenebrosas y nubes envuelven la Iglesia. No tardará la hora de las tinieblas. ¡No tardará el Viernes Santo para la Iglesia! Pero el mismo Cristo, a esta hora, le hará seguir una radiante y luminosísima alba de Resurrección.

Fuente: Confidencias de Jesús a un Sacerdote