miércoles, 13 de mayo de 2009

EPIFANIA MARIANA

Hace un par de semanas, el Señor nos hizo el regalo de poder estar en Fátima durante dos días. Era la primera vez para nosotros y queríamos aprovechar esta oportunidad para poner en manos de la Madre nuestros diez años de matrimonio y así renovar nuestra consagración a su Corazón Inmaculado.

Es un lugar muy especial, en el que se puede descubrir que el Corazón Inmaculado de María es la flor más bella que no tiene competencia en el Cielo ni en la tierra. Dios la ha mirado a Ella desde siempre, la ha amado y la ha hecho objeto de sus complacencias; Dios la ha querido junto a Él para la realización de su infinito proyecto de amor y la ha hecho Corredentora, Madre, Reina y poderosa.

Dios ha amado a los hombres hasta el punto de dar por ellos a su Hijo y después del Hijo, a la Madre (Jn 19,26-27). Pero los hombres no siempre han demostrado y demuestran haber entendido el don de Dios. Esta Madre tiene una capacidad de amor que no tiene límites y los que no admiten esto, porque dicen que no creen en las numerosas intervenciones de la Bienaventurada en favor de la humanidad, no saben lo que es el amor; su corazón es árido y su mente está oscurecida hasta el punto de no ver. ¿No ha hablado la Madre del Cielo con precisión y claridad en La Salette, Lourdes, Fátima y en otros lugares?

Dios habla hoy y se comunica de muchas maneras, tanto de una forma sutil por medio de la oración como enviando a su Madre en una aparición. Es verdad que la Revelación pública llegó a su plenitud con Jesucristo y que ninguna revelación puede añadir nada a lo que recibimos por medio de las Escrituras y de la Tradición apostólica; sin embargo, el Señor continuará hablando y manifestándose a su Pueblo para ayudarnos a crecer en nuestra fe, especialmente cuando los tiempos así lo requieran.

El mensaje de la Virgen María en Cova de Iría (1917) nos habla del infierno, de la devoción a su Corazón Inmaculado, de la segunda guerra mundial, de los errores esparcidos por Rusia en el mundo por medio de guerras y persecuciones a la Iglesia, y de la urgencia del llamado a la penitencia y a la conversión en un camino de viacrucis para el Cuerpo Místico. Fátima es sin duda la más profética de las apariciones modernas, aunque no la única.

Cuando miramos a nuestro alrededor y vemos la situación actual de la Iglesia y del mundo, necesitamos recordar que nos encontramos ante una importante y decisiva epifanía Mariana, muchas veces sofocada por obra de aquellos cuya tarea era la de juzgar con mayor objetividad y menor respeto humano. Nos encontramos, sin duda, ante una advertencia del Cielo y una manifestación de la misericordia de Dios.

"El Señor, Dios de sus antepasados, les envió constantes advertencias por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su lugar de residencia. Pero ellos se rieron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus avisos y se burlaron de sus profetas, hasta que la ira del Señor estalló contra su pueblo de modo que ya no hubo remedio" (2 Cr 36,15-16).