jueves, 12 de marzo de 2009

LUZ EN LA OSCURIDAD

Las tinieblas tienen muchos rostros y el peor de ellos se presenta imitando el aspecto de la luz.

Si el Tentador consigue pasar inadvertido disfrazándose de ángel de luz, tan sutil, inocente e indefinible, que pocos reconozcan lo que les está ocurriendo, podrá ir consiguiendo su propósito de apartarnos de Cristo y de su Iglesia. De esta manera, nuestra comunión con el Señor se va debilitando y Jesucristo deja de ser el centro de nuestra vida entera; por consiguiente, dejamos de ajustar nuestra vida al Evangelio y acabamos siempre ajustando el Evangelio a nuestras vidas. Sucede, entonces, que las personas se acomodan a nuevos vientos de doctrina y empiezan a poner en tela de juicio las ideas, valores o principios que sustentan su vida y su fe.

Hoy más que nunca, el Espíritu nos urge a estar unidos a Cristo, a su propio Cuerpo que es la Iglesia, porque significará la posibilidad de perseverar hasta el final (Mt 10,22). Permanecer unidos a Cristo implica ser fieles a sus enseñanzas (Jn 15,7) y mantenernos en su Palabra para ser verdaderamente sus discípulos (Jn 8,31); así como recibir con docilidad las enseñanzas y directrices que nuestros pastores, en comunión con el Papa, nos dan de diferentes formas, recordando la Palabra de Cristo a sus apóstoles: "El que a vosotros escucha, a mí me escucha" (Lc 10,16).

Que todos los verdaderos cristianos vivan preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltarán a la Iglesia. Esta Iglesia del tercer milenio está llamada a regresar al Cenáculo en oración, con María, promoviendo la vida en el Espíritu Santo para que nada ni nadie logren apagar el fuego que la mantiene encendida como luz del mundo (Mt 5,14).

¡Pueblo de Dios, no tengas miedo ni te acobardes, Yo te revisto de autoridad para ser mi profeta y predicar mi Palabra, y en el mundo el baluarte edificar!