martes, 17 de marzo de 2009

BATALLA ESPIRITUAL

Nacimos en una batalla y por eso debemos luchar; está más allá de lo visible: dos reinos en guerra sin par. Comenzó hace mucho tiempo en el jardín del Edén; sin embargo, lo más doloroso permanece oculto porque hay mucha guerra que no se ve en la tierra.

Los demonios han salido del infierno y cubren la tierra; su suprema aspiración es entrar en el alma y en el cuerpo del hombre para oscurecerlo, extraviarlo y dominarlo para, finalmente, arrastrarlo a la perdición eterna. Es solo así como realizan por completo su odio a Dios y a la humanidad. Si los hombres, y en particular los cristianos, no tienen clara conciencia de esta tremenda realidad, del gran peligro que constituyen para ellos estas malvadas potencias, se arriesgan a la condenación eterna.

Me impresiona mucho la ingenuidad de aquellas personas que ya no dan crédito alguno a la existencia del diablo, considerando que él y los espíritus malignos no son más que resabios de la época medieval y meros símbolos populares del mal. La candidez de las personas que hacen caso omiso de la acción de Satanás puede resultar peligrosa; van a la guerra sin armas y sin saber siquiera de la existencia del enemigo.

"Nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal"
(Ef 6,12). Así que también nosotros, siguiendo el consejo de San Pablo, "revistámonos de toda la armadura de Dios, para poder resistir a los engaños del diablo" (Ef 6,11).

Después de ordenar que nos vistamos con la armadura que Dios ha provisto, el apóstol escribe: "Siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos" (Ef 6,18).

Los cristianos debemos permanecer unidos a Cristo en la Iglesia y acoger la Palabra de Dios, que "tiene vida y poder" (Heb 4,12) para nuestras vidas y para nuestro tiempo. Debemos ser guardianes de nuestros hermanos y no dejarnos engañar de ninguna manera, ya que el enemigo que se levanta contra Dios llega incluso a instalar su trono en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios (2 Tes 2,3-4). Llega el tiempo en que aquellos creyentes que nunca han estado muy cerca del Señor, pueden llegar a estar muy cerca del diablo. La solución que Dios ofrece al mundo es una y se llama Iglesia, la Iglesia de Jesucristo que debe caminar en los inicios del tercer milenio sin condescender con este mundo, porque el amor a este mundo es enemistad con Dios (Sant 4,4).

En medio de esta batalla espiritual, estamos llamados a ser un resto fiel para Dios que persevere hasta el final. Hagamos nuestra la victoria que Cristo nos da porque la guerra está aquí y hay que luchar.

¡Ve al frente oh Dios! Levanta tu voz y ármanos con tu Verdad.