miércoles, 4 de marzo de 2009

EL RECHAZO DE DIOS

Dos hechos centran en sí toda la historia del género humano.

El primero es la Creación del hombre y su rechazo de Dios.

Este rechazo de Dios constituye una catástrofe espantosa de gravedad gigantesca, cuyas consecuencias destructivas se perpetuarán en los siglos hasta el fin de los tiempos.

Los hombres instigados por las oscuras y misteriosas potencias del infierno, materialistas como son, no tienen ya la percepción de esta enorme tragedia que ha desbaratado la naturaleza humana hiriéndola mortalmente, debilitándola y privándola de los dones maravillosos con los que fue creada.

Los hombres ya no tienen conciencia de la inmensa tragedia de la que son objeto y víctimas, y en la que están envueltos personal y socialmente. Guerras y revoluciones, epidemias, inundaciones y terremotos, cataclismos, dolores, sufrimientos, tienen ahí su origen. ¿Qué son las particulares y terrenas vicisitudes humanas frente a esta tragedia por la que la humanidad entera estaba eternamente perdida?

El otro acontecimiento, que también centra en él toda la historia del género humano, es el Misterio de la Encarnación, Muerte y Resurrección del Verbo.

Obra de la Trinidad Divina, querida por la misma Trinidad como respuesta eficaz con miras a limitar y circunscribir la obra devastadora de Satanás y como contra - medida para el rescate de la humanidad y para liberarla de la tiranía del Maligno. Sólo Dios podía realizar una obra de redención semejante.

La monstruosidad de esta generación perversa está en ignorar y querer ignorar el portentoso Misterio de salvación, a través del cual es también visible el Amor infinito de Dios por la humanidad.

El hombre, entre todas las criaturas de la tierra, es la única criatura libre e inteligente, capaz de distinguir el bien del mal y de quererlo o rechazarlo; por esto, el hombre es tan grande que se asemeja a Dios. Todas las demás criaturas vivientes en la tierra, a diferencia del hombre, están obligadas por su misma naturaleza a un recorrido fijo. No les es dado salirse y tomar caminos diferentes del que les ha asignado su Creador.

El hombre, criatura maravillosa por su inteligencia y voluntad, es libre para aceptar o bien rechazar el camino que le ha trazado Dios su Creador, para facilitarle el logro y la llegada a su meta final: la salvación eterna de su alma.

Es extraño y también monstruoso que el hombre abuse de un don que lo realza por en­cima de cualquier otro ser viviente sobre la tierra, negándose a recorrer el camino de su exilio terreno para encaminarse por sen­deros oscuros y tortuosos que lo llevan a la ruina y a la perdición eterna.

No se quiere comprender que la presencia del hombre en la tierra está en orden a la vida eterna, que la tierra es exilio y campo de una lucha, no querida por Dios sino por el odio, por la envidia y la rivalidad de Satanás y de sus diabólicas legiones. Su designio ahora se podría decir que lo ha logrado; es el de convencer a los hombres de su no existencia y mantener en letargo a obispos y sacerdotes, tanto de no advertir las contradicciones en que están sumer­gidos.

Pero la última palabra la dirá la Madre que aplastará de nuevo con su pie la cabeza de la mal­dita Serpiente. Un despertar a la fe, a la visión realista y trágica de las contradicciones en las que se vive y un retorno a un sin­cero arrepentimiento podrían detener el alud en marcha.

Fuente: Confidencias de Jesús a un Sacerdote