sábado, 26 de febrero de 2011

¿PUEDE DIOS...?

El pueblo de Israel, en su camino por el desierto, pasó cuarenta años haciéndose esta pregunta: "¿Puede Dios...?" Él abrió un camino para ellos a través del Mar Rojo; "¿Puede Dios darnos alimento?" Él les dio pan del cielo y extendió una mesa para ellos en medio del desierto; "¿Puede Dios darnos agua?" Dios les entregó agua que brotaba de la roca; "¿Puede Dios librarnos de nuestros enemigos?" Él libró y protegió a su pueblo una y otra vez. El pueblo elegido no dejó de murmurar y de poner límites continuamente al poder y a las promesas de Dios, a pesar de que habían visto las obras de Dios. ¡Dios puede!

Cuando nos encontramos viviendo la gran aventura de conocer y hacer la voluntad de Dios, podemos atar las manos a Dios y encadenar su Palabra a pesar de que el deseo constante del Señor es "hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, por medio de su poder que actúa en nosotros" (Ef 3,20). Él tiene preparado para nuestra vida mucho más que simplemente el hacer algo para Él. Necesitamos darnos cuenta que no está en nosotros hacer planes ni aun soñar la manera en que Dios pueda querer llevar a cabo su obra en nosotros y a través de nosotros. No somos nosotros quienes encontramos la voluntad de Dios, nos es revelada porque es Él quien siempre toma la iniciativa.

Somos siervos del Señor, como el barro está en manos del alfarero para ser moldeado y así permanecer disponible para que su Señor lo utilice. Dios actúa a través de personas ordinarias como fue Elías (Sant 5,17-18), Pedro y Juan (Hch 4,13). Su relación con Dios y la acción del Espíritu Santo las hicieron especiales. Cuando Dios nos invita a unirnos a su obra, la misión que nos presenta para llevar a cabo parece gigante, digamos que es "tamaño Dios". Por nuestros medios no podemos, por eso la fe verdadera demanda acción desde la convicción de que hay cosas que solo Dios puede hacer. La obediencia demuestra fe.

Cuando nos sentimos débiles, limitados, que apenas somos personas comunes y corrientes, el Señor nos hace entender que esos son los mejores instrumentos a través de los cuales Dios puede obrar (1 Cor 1,26-31). El ejemplo de Moisés, David, Ezequiel y otros nos deben inspirar y confirmar esto. La Virgen María es, sin duda, el mejor ejemplo y la mayor inspiración para nosotros.

El punto en el que nos encontramos hoy nos asegura que, debido a que Dios es amor, su voluntad resulta siempre lo mejor para nuestras vidas. Debido a que Dios es omnisciente, sus directivas son siempre acertadas porque nada queda fuera del alcance de su conocimiento; no importa la magnitud de la misión que Dios nos encomiende, Él puede llevarla a cabo a través nuestro. Y debido a que Dios es omnipotente, Él puede capacitarnos para llevar a cabo su voluntad. Sabemos que cuando el Señor habla revelándonos lo que está por hacer, esa revelación es su invitación para que ajustemos nuestra vida a Él.

No pongamos límites al poder y a las promesas de Dios porque Él desea llevar a cabo su obra en este tiempo y es Él quien puede hacerlo. ¡Dios puede!