viernes, 11 de febrero de 2011

EVANGELIZAR HOY

"No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios" (Evangelii Nuntiandi, 22).

Es difícil liberarse de la influencia de los tiempos pasados. Cuando reaccionamos ante las legislaciones inmorales de nuestro gobierno, o cuando sentimos el inevitable pesar ante nuestros Seminarios poco poblados en la mayoría de los casos, tenemos dentro de nosotros el recuerdo y las imágenes de otros tiempos. Pensamos que las cosas tendrían que ser ahora como eran entonces, o muy parecidas. No tenemos en cuenta que estamos en otra situación cultural, en otro continente espiritual, que ahora nos toca vivir en minoría y en pobreza, que la fe y la vida espiritual de los cristianos encuentran ahora muchas dificultades ambientales que no existían antes, y que en aquella sociedad había muchos alicientes y ayudas para ser cristiano con los que ya no podemos contar.

De una vida cristiana protegida hemos pasado a una vida cristiana marginada, desprestigiada y agredida. Nuestra situación cultural se parece más a la de 1930 que a la de los años del franquismo. Ni el integrismo reaccionario, ni la confrontación social serían reacciones cristianas. Como tarea de urgencia, en primer lugar, hemos de sostener la fe de los cristianos que se sienten agredidos y desconcertados, tenemos también que resistir contra el intento de remodelar la conciencia de la población en un proyecto de ingeniería social con alma totalitaria, pero nuestro trabajo fundamental tiene que ser reconstruir desde dentro el vigor espiritual de la comunidad cristiana, anunciar con libertad el Evangelio de Jesús a los no cristianos, convertir nuevas personas al Reino de Dios, crear grupos activos, fervorosos, bien preparados intelectualmente, animados de celo apostólico, empeñados con el obispo, con sus sacerdotes, con todos los que quieran formar parte de estas comunidades misioneras, en un proyecto compartido y sostenido de evangelización, de conversión y de influencia en la vida cultural y social... Las raíces profundas de esta llamada a evangelizar están en lo más íntimo del Concilio Vaticano II...

La vocación del evangelizador es apremiante, rompedora, verdaderamente profética... El Espíritu prepara y mueve, la Iglesia reconoce y envía (Hch 13,2).

Un tiempo de evangelización tiene que ser también tiempo de conversión. No puede evangelizar cualquiera. La evangelización tiene que ser obra de discípulos fieles, estusiasmados con la persona y el mensaje de Jesús, desprendidos del mundo, libres de toda consideración humana, arrebatados por el Espíritu de Jesús, movidos por el amor a Jesucristo y a los hermanos, con el corazón puesto en la vida eterna, dispuestos literalmente a dar la vida por la difusión del Evangelio y el reconocimiento de la gracia y de la bondad de Dios. La evangelización es obra de santos y de mártires.

Vivimos una dura situación de enfriamiento religioso, socialización de la increencia y apostasía continuada... Evangelizar es un acto de amor, de compasión, de alabanza a Dios y de misericordia con el hermano necesitado... La verdad de la evangelización depende de la renovación espiritual de la Iglesia, de los obispos y sacerdotes, de los religiosos y de los laicos. Unidad y fervor. No hay otra receta...

Fuente: Evangelizar (Mons. Fernando Sebastián)