viernes, 21 de enero de 2011

ECUMENISMO

La unidad es la perfección del amor. Por esto, Jesucristo ha querido que su Iglesia fuese una para hacer de ella el sacramento del Amor de Dios a los hombres. Si en el curso de los siglos, la Iglesia ha sido lacerada muchas veces por divisiones que han llevado a muchos de sus hijos a separarse de ella, el Señor le ha dado el singular privilegio de su unidad interior por medio de la Eucaristía.

"La caridad de Dios hacia nosotros se manifestó en que el Hijo Unigénito de Dios fue enviado al mundo por el Padre, para que, hecho hombre, regenerara a todo el género humano con la redención y lo redujera a la unidad. Cristo, antes de ofrecerse a sí mismo en el ara de la cruz, como víctima inmaculada, oró al Padre por los creyentes, diciendo: `Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mi y yo en tí, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que Tú me has enviado´, e instituyó en su Iglesia el admirable sacramento de la Eucaristía, por medio del cual se significa y se realiza la unidad de la Iglesia" (Decreto Unitatis Redintegratio, 2).

Los principios católicos del ecumenismo fueron formulados por el Concilio Vaticano II en 1964 (Decreto sobre el Ecumenismo, I,4). Se pueden resumir en tres:

1- Cristo estableció su Iglesia sobre los Apóstoles y sus sucesores apostólicos, cuya cabeza visible y principio de unidad es Pedro y sus sucesores, los obispos de Roma.
2- Desde el primer siglo han existido divisiones entre los cristianos pero estos son en algún grado miembros de la Iglesia aunque no estén en comunión plena con ella. Poseen en diferentes grados la plenitud de gracia disponible en la Iglesia Católica.
3-Los católicos deben hacer todo lo posible para fomentar el movimiento ecuménico dentro de la verdad.

Buscar la unidad de los cristianos es el deber de cada bautizado por dos razones: la unidad es una exigencia del Evangelio y la unidad es una condición para que todos crean.

«En virtud de la fe que nos acomuna, nosotros los cristianos, todos, tenemos la obligación, cada uno según su propia vocación, de recomponer la plena comunión, "tesoro" precioso que nos dejó Cristo»... «Es necesario cultivar entre los cristianos un amor comprometido en superar las divergencias; es necesario esforzarse por superar toda barrera con la oración incesante, con el diálogo perseverante y con una fraterna y concreta cooperación a favor de los más pobres y necesitados» (Juan Pablo II, 22-I-2003).


¡Que todos sean uno! (enlace al artículo)
Ut Unum sint (enlace a la Encíclica)