lunes, 18 de enero de 2010

QUE TODOS SEAN UNO

"No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que creerán en mí por medio de su palabra, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en tí, que también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,20-21).

Hoy comienza el octavario de oración por la unidad de los cristianos y creo que es un tiempo propicio para orar al Señor con todo el corazón por la unidad de los cristianos. Esta unidad a la que estamos llamados y que solo puede darse dentro del Cuerpo Mïstico de Cristo, la Iglesia, no puede ser jamás confundida con un falso ecumenismo o universalismo religioso, ya que la unidad solo puede ser auténtica si se asienta sobre la verdad.

En un mundo cada vez más globalizado en todos los sentidos, el relativismo se ha convertido en la nueva expresión de la intolerancia. El Papa Pablo VI dijo: "El arte del apostolado es arriesgado. La solicitud por acercarse a los hermanos no debe traducirse en una disminución de la verdad... Sólo el que es totalmente fiel a la doctrina de Cristo puede ser eficazmente apóstol. Y sólo el que vive con plenitud la vocación cristiana puede estar inmunizado de los errores con los que se pone en contacto."

La verdad plena se encuentra en Cristo, Él mismo es la verdad, y fue el mismo Cristo quien fundó su Iglesia (Mt 16,18-19) para que defendiera la verdadera fe desde sus primeros pasos, frente a errores y herejías que la falseaban. La Iglesia de Jesucristo es "columna y fundamento de la verdad" (1 Tim 3,15), y conservar "el depósito" (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,12-14) de la fe es la misión que el Señor le confió y que ella realiza en todo tiempo, siendo especialmente importante y decisivo en este tiempo que nos toca vivir mantenerse fiel a dicho depósito; de tal manera que todo el Pueblo santo, unido a sus pastores, persevere constantemente en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la Eucaristía y en las oraciones (Hch 2,42), de modo que haya una particular concordia en conservar, practicar y profesar la fe recibida.

"También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas debo conducir: escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, bajo un solo pastor" (Jn 10,16). Hay que tener en cuenta el contexto en el que Jesús se encuentra diciendo estas palabras; se dirige a personas del pueblo judío, los primeros destinatarios de su predicación son las ovejas que pertenecen a "este redil". Sin embargo, se refiere a los que no pertenecemos al pueblo judío cuando habla de las "otras ovejas, que no son de este redil", y que también hemos llegado a formar parte de "un solo rebaño, bajo un solo pastor".

Por lo tanto, la voluntad de Dios es clara y ya fue definida por Aquel que instituyó la Iglesia, su única Iglesia: "Porque hemos sido todos bautizados en un solo Espíritu, para no formar más que un cuerpo entre todos: judíos y griegos, esclavos y libres" (1 Cor 12,13). Entonces, debemos poner "empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" (Ef 4,3-5).

Jesucristo nos prometió que no nos dejaría huérfanos (Jn 14,18) y por eso envió su Espíritu Santo en Pentecostés, cuya primera obra y manifestación fue establecer la Iglesia Católica, donde pudiéramos encontrar nuestro refugio y baluarte ante las tormentas de esta vida. Dios nos ama tanto que no va a parar de buscarnos, tratando de alcanzarnos para traernos a su hogar, a la casa del Padre. Pido al Señor que cada creyente y cada hombre pueda experimentar la paz y la seguridad que supone saber que estamos en casa. ¡Bienvenido a casa!