martes, 12 de enero de 2010

BALUARTE Y FORTALEZA

"Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por eso, no tememos aunque la tierra se conmueva y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar; aunque bramen y se agiten sus olas, y con su ímpetu sacudan las montañas. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios de Jacob. Del río sus corrientes alegran la Ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana. Tiemblan las naciones, titubearon los reinos; dio Él su voz, se derritió la tierra. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios de Jacob. Venid a contemplar las obras del Señor, Él hace cosas admirables en la tierra...” (Salmo 46,1-9).

¡Qué maravillosa palabra! La Palabra de Dios para nosotros es tan poderosa y tan firme... Dios sabe que todos enfrentamos necesidades profundas; todos nos topamos con presión, tentaciones, tiempos de confusión que hacen que nuestras almas tiemblen. Su mensaje para nosotros en este Salmo 46 es justamente para tiempos como estos. Si nosotros nos dejamos vencer por el miedo, dejándonos derribar o llenándonos de desesperación, estaremos viviendo absolutamente en contra de su Palabra en nuestras vidas.

Necesitamos entender lo que el Señor nos está diciendo en este Salmo. Nuestro Dios está disponible para nosotros en cualquier momento, día y noche. Él está continuamente a nuestra disposición, dispuesto a hablarnos y guiarnos. Y Él ha hecho esto posible al darnos su Espíritu Santo para que habite en nosotros.

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hebreos 4,16). “En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en Él” (Efesios 3,12). Estos versículos nos invitan y nos hablan de acudir al Señor con confianza. Cuando Dios nos dice que vayamos a su trono confiadamente, con seguridad, no se trata de una sugerencia; es lo que nos pide y debemos tenerlo muy en cuenta. ¿De dónde obtenemos esta confianza, este acceso seguro para comunicarnos con Él?

“La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5,16). La palabra “eficaz”, aquí, proviene de una palabra cuya raíz griega significa: “una posición firme”. Sugiere una actitud inconmovible, sólida. También implica la palabra “fervor” que se refiere a una confianza construida sobre una evidencia contundente, una prueba absoluta que respalda la petición. Ambas palabras juntas “fervor eficaz”, implican acercarse al Señor con pleno convencimiento y esto va mucho más allá de las emociones, los gritos o un entusiasmo exagerado.

Dicha oración sólo puede venir de un siervo que busca la voluntad de Dios y está plenamente persuadido de que el Señor está obligado a cumplir su Palabra. De hecho, es importante que ninguno de nosotros vaya a la presencia de Dios sin tener consigo su Palabra. El Señor quiere que traigamos sus promesas, que se las recordemos, que le comprometamos con éstas y nos pongamos en pie y firmes sobre dichas promesas.

Dios nos ha prometido que en medio de una crisis persistente, Él será nuestra ayuda y siempre estará presente. La presencia viva del Señor está siempre en nosotros. Y si Él está siempre presente en nosotros, entonces Él desea una continua conversación con nosotros. Él desea que hablemos con Él, sin importar donde estemos: en el trabajo, con la familia, con amigos, incluso con no creyentes.

No podemos aceptar la mentira que Satanás ha sembrado hoy en tantos hijos de Dios: que el Señor ya dejó de hablarle a su Pueblo. El enemigo quiere que pensemos que Dios ha permitido a Satanás crecer en poder e influencia, pero que a la vez, Dios no ha equipado a su Pueblo con una mayor autoridad. ¡Esto jamás! No importa lo que el diablo tenga en contra nuestra. El poder de Dios en su Iglesia siempre será mayor que los ataques de Satanás.

En tiempos peligrosos como éstos, ¿no tiene la Iglesia de Jesucristo poder para hacer algo? ¿Nos sentaremos a esperar? ¿O somos llamados a tomar medidas drásticas de algún tipo? Cuando muchos a nuestro alrededor están temblando, con los corazones llenos de miedo, somos llamados a tomar las armas espirituales y batallar contra el adversario.

El profeta Joel vio que se acercaba un día similar para Israel, uno de “densa oscuridad y tristeza”. Según Joel, el día de oscuridad que se aproximaba sería como nunca se había visto en su historia. El profeta clamó: “¡Ay del día! Porque cercano está el día del Señor, y vendrá como destrucción por el Todopoderoso” (Joel 1,15). ¿Cuál fue el consejo de Joel para Israel en aquella hora oscura? El trajo esta palabra: “Por eso…dice el Señor, convertíos a mí con todo el corazón, con ayuno y llantos y lamentos. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios; porque es bondadoso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. ¡Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de Él!” (Joel 2,12-14).

“¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; los pondrás en tu Tabernáculo a cubierto de lenguas pendencieras” (Salmo 31,20-21).

“Deléitate asimismo en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Dios tu camino, confía en Él y Él hará su obra” (Salmo 37:4-5).