jueves, 16 de diciembre de 2010

CUANDO SOMOS ZARANDEADOS

“Dijo también el Señor: Simón, Simón, Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo” (Lc 22,31).

Necesitamos entender que Satanás busca zarandear sólo a aquellos que son una amenaza para su trabajo. Está en contra del árbol que tiene el potencial de producir más fruto. Pero ¿por qué deseaba el diablo zarandear a Pedro? ¿Por qué estaba tan ansioso de probarlo? Pedro había estado echando fuera demonios y sanando enfermos durante tres años. ¡Satanás había escuchado a Jesús prometer a sus discípulos otro bautismo, un bautismo con el Espíritu Santo y fuego, y le hizo temblar! Satanás había escuchado el último plan de Dios para Pedro y se dio cuenta que los últimos tres años no serían nada comparados con las grandes obras que Pedro y los otros discípulos harían después. Habiendo ya agarrado a Judas, tendría que buscar algo en Pedro para hacer que su fe fallara.

Cuando nosotros nos vemos zarandeados podemos preguntarnos: ¿por qué yo? Y ¿por qué ahora? Primeramente, ¡debemos gozarnos por tener tanta reputación en el infierno! Satanás nunca hubiera pedido permiso a Dios para zarandear a alguien a no ser que ese alguien haya cruzado la línea de la obediencia. Dios está haciendo algo nuevo en este tiempo y hemos sido elegidos para ser testigos poderosos para muchos. El nos ha liberado y nos está preparando para sus propósitos eternos. Y mientras más grande sea la entrega a la voluntad de Dios, más severa será la lucha espiritual.

En nuestro caminar cristiano, cuando cruzamos la línea de la obediencia se encienden las alarmas del infierno. Y en el momento en que cruzamos esa línea hacia una vida de obediencia a Dios y de entrega a Cristo sin condiciones, nos convertimos en una amenaza para el reino de las tinieblas y un blanco de los principados y poderes demoníacos. El testimonio de cada creyente que se entrega al Señor con todo su corazón incluye el repentino ataque por medio de problemas y pruebas extrañas e intensas.

Si has cruzado la línea de la obediencia, entonces estarás provocando olas en el mundo invisible. Hay pruebas y problemas, y también hay luchas. Se trata de un gran ataque satánico que quiere destruirlo todo. Generalmente se comprime en un periodo corto de tiempo pero intenso. Para Pedro duraría unos cuantos días, pero esos días serían los días más horribles, más probados y más arrepentidos de su vida. Ese tiempo sacudió y quitó el orgullo que había derribado a Pedro. La sacudida quitó de su alma estorbos que pudieron haber destruido su testimonio para siempre. Gracias a Dios, la fe de Pedro no falló, y de la misma forma como Jesús oró para que no le faltara la fe (Lc 22,32), así ora por nosotros de la misma manera.

A veces debemos enfrentar el silencio divino, sin escuchar la voz de Dios por un tiempo. Podemos caminar a través de periodos de confusión total sin ninguna guía aparente, con aquella pequeña voz detrás en completo silencio. Quizás no podemos ver el camino y cometemos errores. Decimos: “Oh Dios, ¿qué ha sucedido? ¡No sé por donde ir!”

¿Realmente Dios esconde su rostro a aquellos a los que ama? ¿Es posible que nos deje de su mano por un corto tiempo para enseñarnos confianza y dependencia? La Biblia responde claramente: “Dios dejó solo a Ezequías, para probarle y conocer todo lo que estaba en su corazón” (2 Cr 32,31).

Tal vez estamos pasando por un aluvión de pruebas ahora mismo. Los cielos parecen de bronce. Fallamos repetidamente. Esperamos y esperamos respuestas a nuestra oración. Hay aflicción en nuestra alma. ¡Nada ni nadie puede arreglar esa necesidad en el corazón!

¡Ese es el momento en que debemos decidirnos! No hay por qué reírse o gozarse, porque tal vez no tenga felicidad en este momento. Es más, puede que sólo haya tumulto en el alma. Pero podemos saber que Dios está todavía con nosotros, porque las Escrituras dicen: “El Señor gobierna en el diluvio y se sienta como rey eterno” (Sal 29,10). Pronto escucharás la voz de Dios: “No te aflijas, no tengas pánico. Sólo mantén tus ojos en mí y encomiéndame todas las cosas.” Y sabrás que continúas siendo el objeto del increíble amor de Dios.

Fuente: World Challenge Inc.