miércoles, 1 de diciembre de 2010

CENTINELAS VIGILANTES

Oh, en vuestros días, ¡qué bellos son los pies de los que anuncian la paz, de los que difunden la Buena Nueva de la salvación y del triunfo de la Divina Misericordia! Sed vosotros estos anunciadores de paz. Sed vosotros hoy centinelas vigilantes sobre los montes de la confianza y la esperanza.

Sed centinelas vigilantes en el tiempo oscuro de la infidelidad y de la apostasía. Así difundiréis en torno a vosotros la luz vivísima del Evangelio, daréis a todos la fuerza de la Palabra de Dios e indicaréis el camino que hay que recorrer para permanecer siempre en la Verdad.

Todo el mundo espera, con ardiente esperanza vuestro anuncio. Vosotros sois los apóstoles de esta segunda evangelización. Predicad a todas las gentes que Jesucristo es el único Señor, vuestro Salvador y Redentor y que ya está para retornar a vosotros en el esplandor de su gloria.

Sed centinelas vigilantes en la hora del mayor triunfo de Satanás y de todos los espíritus del mal. La humanidad está en su poder; el mundo está puesto en las manos del Maligno. Por esto las almas se han vuelto esclavas del pecado y soportan el peso de la separación de Dios, sola fuente de vuestra felicidad.

Así la desesperación se difunde, la violencia y el odio reinan soberanos en las relaciones entre individuos y naciones y sois cada vez más aplastados bajo la prensa sangrienta de las revoluciones y de las guerras, de las divisiones y de las luchas fraticidas. Habéis alcanzado el culmen de la tribulación y vivis los años del gran castigo, que de tantas maneras, os ha sido ya anunciado.

Sed centinelas vigilantes que trazan el camino del retorno al Dios de la paz y de la vida, del amor y de la alegría. Para esto es necesrio que os liberéis del yugo del pecado, para vivir siempre en la Gracia y en la comunión con Dios, oponiéndoos al espíritu del mundo en que vivis. Entonces seréis siempre fieles a las promesas de vuestro Bautismo. Por medio de vosotros podrá volver al mundo la luz de la bondad y del amor, de la fraternidad y de la paz, de la confianza y de la alegría.

Sed centinelas vigilantes que anuncian que es ya inminente el gran día del Señor. Dad a todos este anuncio para abrir los corazones a la esperanza, para que en vuestro tiempo se concluya el segundo Adviento y todos se preparen a recibir el celeste rocío de la divina Misericordia, que ya está para derramarse sobre el mundo entero.

Así, aún en los indecibles sufrimientos del tiempo que vivis, vuestros corazones y vuestras almas pueden abrirse al gozo de este anuncio y a la espera de aquel acontecimiento prodigioso, que vosotros invocáis con gemidos inenarrables: ¡vuelve, Señor Jesús!

Fuente: A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Santísima Virgen