sábado, 3 de abril de 2010

¡VENCIO JESUS!

Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo, y por la victoria de Rey tan poderoso que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante, con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero. Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante.

¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!

Hoy la Iglesia, la heredera, está de fiesta. Su esposo, Cristo, que ha padecido, acaba de resucitar. ¡Alégrate, Iglesia, Esposa de Cristo! La resurrección de tu Esposo te ha levantado de la tierra en la que los viandantes te pisoteaban con sus pies. ¡Oh maravilla! Un solo grano ha sido sembrado, y el mundo entero se ha alimentado de él. Como hombre, ha sido inmolado; como Dios, ha sido devuelto a la vida y da vida a la tierra. Como cordero, ha sido degollado; y como pastor, por el cayado de su cruz, ha dispersado el rebaño de los demonios. Como una vela sobre el candelabro, se apagó sobre la cruz, y como un sol, se levantó del sepulcro. Se han cumplido dos prodigios: el día ha oscurecido cuando Cristo ha sido crucificado, y en su resurrección, la noche ha brillado como el día. ¿Por qué se oscureció el día? Porque, tal como está escrito, "se envolvió en un manto de oscuridad". ¿Por qué la noche ha brillado como el día? Porque, como dice el profeta: "Ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día".

¡Oh noche más clara que el mediodía! ¡Noche más luminosa que el sol! ¡Noche más blanca que la nieve, más brillante que las antorchas, más dulce que el paraíso! ¡Oh noche que no conoces ninguna tiniebla, que nos alejas el sueño y nos haces velar con los ángeles! ¡Noche pascual, espanto de los demonios, esperada durante un año! ¡Noche nupcial de la Iglesia que haces nacer a los nuevos bautizados y despojas al demonio dormido! ¡Noche en la que el heredero introduce a los coherederos en su herencia!
(Asterio de Amasea)

Misterio de amor tan infinito que contemplamos en la pasión, muerte de cruz y resurrección de Aquel que, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

¡Cuántos dones, cuántas gracias, cuántos milagros nos has regalado! Has venido a vivir y a sufrir dentro de nosotros, dentro de tu Cuerpo Místico que es la Iglesia. Nosotros dentro de Ti y Tú dentro de nosotros. ¡Qué gran misterio! Gracias, Padre mío. Heme aquí, estoy preparado; hágase tu voluntad. Ayúdanos a ser fieles a Ti y a tu amor durante todo el tiempo de nuestra vida.