miércoles, 21 de abril de 2010

RELATIVISMO Y APOSTASIA

Cada día es más habitual encontrarnos de frente con la negatividad del relativismo que existe hoy en la Iglesia y que se ha convertido en la nueva expresión de la intolerancia; se ataca al Magisterio de la Iglesia, se habla en contra del Santo Padre, se pide a la Iglesia que se adapte a los nuevos tiempos justificando así la necesidad de ajustar su doctrina y su moral, etc. Parece que muchos se olvidan que la Iglesia tiene una preciosa Tradición de más de 2000 años, uno de los pilares fundamentales de nuestra fe católica junto con la Sagrada Escritura y el Magisterio, que nos debe llevar a predicar todos la misma doctrina (Heb 13,8) y a amarla frente a los ataques de fuera, ya que si no amamos de verdad a la Iglesia no estamos amando a Dios de verdad. “El que da fe de creer y amar a la Iglesia da dos veces testimonio de amar a Jesucristo”, decía Juan Pablo II.

No cabe duda que lo que más debilita a la Iglesia de Jesucristo es la división interior que lleva al enfrentamiento de Sacerdotes contra Sacerdotes, de Obispos contra Obispos, de Cardenales contra Cardenales. Nunca como en los tiempos actuales, Satanás ha logrado introducirse en medio de ellos lacerando el sagrado vínculo del mutuo y recíproco amor. Esta división interior se manifiesta especialmente en el modo con que se tiende a dejar solo al mismo Vicario de Cristo, por medio del silencio y el vacío de los hijos de la Iglesia que rodean la palabra y la acción del Santo Padre, mientras es atacado y obstaculizado cada vez más. A causa de esta división interior, su mismo ministerio no está lo suficientemente sostenido y propagado por toda la Iglesia, que Cristo ha querido unida en torno al Sucesor de Pedro.

La estrategia del Adversario, “divide y vencerás”, está dando sus frutos y parece que avanza sin detenerse. Fue el mismo Cristo quien colocó a la cabeza de los Apóstoles a Pedro, con el fin de mantener la unidad de la fe y de la comunión en todos los que forman parte de su Cuerpo Místico. Por tanto, es posible que el “golpe maestro” del Enemigo para intentar destruir la obra de Dios, la Iglesia, pase por el proyecto de promover un Papa en la Silla de Pedro que “entienda la modernidad” y sea capaz de adaptar la Iglesia al mundo, consiguiendo que la mayoría de los católicos lo acepten y se alegren para así desviarles hacia la aceptación de sus nuevas enseñanzas (el matrimonio de los Sacerdotes, la anticoncepción, las uniones homosexuales, el Sacerdocio de la mujer, la autoridad colegiada de los Obispos, la espiritualidad New Age, etc.). Por el contrario, los creyentes que se mantengan fieles a la Tradición apostólica predicada por Juan Pablo II y Benedicto XVI serían ridiculizados y perseguidos.

“Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se alza contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamarse a sí mismo Dios. ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros? Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno. Porque el misterio de la impiedad ya está actuando. Tan solo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la manifestación de su Venida” (2 Tes 2,3-8).

No podemos olvidar que la Iglesia de Jesucristo camina contracorriente y, antes del regreso de Cristo, deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (Lc 18,8; Mt 24,12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (Lc 21,12; Jn 15,19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la Verdad.

Hay numerosas revelaciones privadas que, unidas a la revelación pública de San Pablo en su segunda carta a los de Tesalónica, nos hablan de un “obstáculo” que retiene la manifestación del Impío –quizás el último y personal Anticristo- y que bien pudiera referirse al legítimo Sucesor de Pedro como cabeza visible de la Iglesia. La Beata Ana Catalina Emmerich, por ejemplo, fue una mística alemana que recibió una serie de visiones y profecías alrededor del año 1820 que nos hablan del misterio de iniquidad en relación con la Iglesia, el Santo Padre, un falso ecumenismo y una iglesia falsa, y un grave cisma como la expresión más dolorosa de división. San Juan Bosco, en su famoso sueño profético, pudo ver la Barca de Pedro con el Papa a la cabeza pasar tiempos críticos y sufrir graves daños, disponiendo de dos pilares fundamentales sobre los que apoyarse para no hundirse; la Sagrada Eucaristía y la Santísima Virgen.

Puede ser que el profeta Zacarías nos esté dando la clave de todo esto: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño” (13,7). Jesús utilizó esta cita del profeta para anunciar que, tras su arresto, los suyos le abandonarían (Mt 26,31); sin embargo, en estas palabras del Maestro encontramos un evidente paralelismo entre la Pasión de Cristo y la que tendría que sufrir su Iglesia. Es muy probable que esto implique un ataque contra la persona del Papa para ser quitado de en medio de alguna forma y facilitar la entrada al lobo, con el objetivo de conseguir una dispersión moral y doctrinal de las ovejas, logrando así una apostasía generalizada que beneficiaría y posibilitaría la manifestación pública de aquel que todavía está siendo retenido.

En medio de esta situación, estamos llamados a ser un resto fiel para Dios que persevere hasta el final y como el Cireneo fue una ayuda para llevar la cruz de Cristo, nosotros también debemos ser hoy Cireneos para su Cuerpo Místico cuando se dirige hacia el Calvario. “El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn 15,20). No tengamos miedo y seamos valientes para amar y defender a la Iglesia de Jesucristo, ya que nuestra vida debe estar cimentada sobre la roca inamovible de su Palabra siempre fiel que nos dice: "Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18).