lunes, 14 de diciembre de 2009

MADRE DEL SEGUNDO ADVIENTO

María es nuestra Madre, por voluntad de su Hijo Jesús. Y, como madre, quiere tomarnos de la mano y acompañarnos. Es necesario entonces que nos dejemos todos formar por su acción materna.

Nos forma en el corazón, para llevarnos a la conversión y para abrirnos a una nueva capacidad de amor. Así nos sana de la enfermedad del egoísmo y de la aridez. Nos forma en el alma, ayudándonos a cultivar en ella el gran don de la gracia divina, de la pureza, de la caridad. Y como en un jardín celestial, hace que se abran las flores de todas las virtudes que nos hacen crecer en santidad. Así, Ella aleja de nosotros la sombra del mal, el hielo del pecado, el desierto de la impureza. Nos forma en el cuerpo, haciendo resplandecer la luz del Espíritu que habita en él como en un templo viviente. Así, nos conduce por el camino de la pureza, de la belleza, de la armonía, de la alegría, de la paz, de la comunión con el Paraíso entero.

Ella nos prepara para recibir al Señor que viene. Es por eso que nos ha pedido la consagración a su Corazón Inmaculado. Para formarnos a todos en la docilidad interior que necesita para que Ella pueda actuar en cada uno de nosotros, llevándonos a una profunda transformación, que nos prepare para recibir dignamente al Señor.

Es la Madre del Segundo Adviento. Ella nos prepara para su nueva venida. Ella abre el camino a Jesús que vuelve a nosotros en gloria. Allanemos los montes elevados por la soberbia, por el odio y por la violencia. Colmemos los valles excavados por los vicios, las pasiones, la impureza. Removamos la tierra árida del pecado y del rechazo de Dios. Como Madre dulce y misericordiosa, invita hoy a sus hijos, invita a la humanidad entera a preparar el camino para el Señor que viene.

La misión que le ha sido confiada por el Señor, es la de preparar su venida entre nosotros. Por eso nos pide a todos que volvamos al Señor por el camino de la conversión del corazón y de la vida, porque éste es todavía el tiempo favorable que el Señor nos ha concedido. Nos invita a todos a consagrarnos a su Corazón Inmaculado, confiándonos a Ella como niños, para que pueda llevarnos por el camino de la santidad, en el ejercicio gozoso de todas las virtudes: de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la prudencia, de la fortaleza, de la justicia, de la templanza, del silencio, de la humildad, de la pureza, de la misericordia.

Nos forma en la oración, que siempre debemos hacer con Ella. Multipliquemos, en todas las partes del mundo, los Cenáculos de oración que nos ha pedido, como antorchas encendidas en la noche, como puntos de referencia seguros, como refugios necesarios y esperados. Pide, sobre todo, que se difundan cada vez más los Cenáculos familiares, para ofrecernos una morada segura, en la gran prueba que ya nos espera.

Es la Madre del Segundo Adviento. Dejémonos, entonces, guiar y formar por Ella para poder estar preparados para recibir a Jesús, que vendrá en gloria para instaurar entre nosotros su Reino de amor, de santidad, de justicia y de paz.

Fuente: A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Santísima Virgen