jueves, 19 de noviembre de 2009

LA PAZ DE CRISTO

"Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde" (Jn 14,27).

Puede ser que te encuentres confundido o que pienses que todo terminó y que no lo vas a lograr; puedes estar atravesando el tiempo más difícil que hayas enfrentado o tu vida está en juego y todo parece carecer de esperanza; parece que no hay escapatoria y cada puerta que abres te llena de más confusión y cansancio; tu vida parece estar siendo devastada por un gran terremoto y estás soportando pruebas que te hacen pensar en rendirte...

Él sabe lo que estás pasando y te invita a beber de su paz: "Te dejo la paz, mi paz te doy. No se turbe tu corazón ni se acobarde". Necesitas clamar al Espíritu Santo para que te llene de la paz de Cristo y Él así lo hará. Si determinas confiar en Dios y esperar en su misericordia, aunque tu vida esté hecha pedazos, serás testigo de una asombrosa paz que está más allá del entendimiento humano.

El profeta Isaías describe lo que pasa cuando viene el Espíritu Santo sobre alguien necesitado: el desierto se convierte en vergel y el vergel parece un bosque (Is 32,15). Está diciendo que lo que antes era un desierto se vuelve un campo fértil, un pedazo seco de terreno dará cosecha abundante. Pero no es una cosecha provisional porque crecerá hasta convertirse en un bosque que dará fruto año tras año. El profeta no está hablando de algo temporal, sino que está describiendo algo que perdura y se mantiene.

"En el desierto habitará el derecho y la justicia morará en el vergel. La obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia, la tranquilidad y la seguridad para siempre" (Is 32,16-17). La paz llega porque la justicia está trabajando y cuando tenemos la paz de Cristo, no se nos puede alejar de ella fácilmente. "Mi pueblo habitará en un lugar de paz, en moradas seguras, en descansos tranquilos, aunque el bosque sea talado y humillada la ciudad. Dichosos vosotros los que sembráis junto al agua, los que dejáis sueltos al buey y al asno" (Is 32,18-20).

Durante dos mil años la Iglesia Católica ha enseñado que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, Cristo está presente de una forma real y verdadera. En su presencia Eucarística, Jesús vive entre nosotros como el que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros. En la Santa Misa, tú y yo tenemos el cielo en la tierra, ese es el milagro de amor más infinito donde encontramos la paz de Cristo sin límites.