miércoles, 9 de septiembre de 2009

SIEMPRE EN ORACION

El Señor reprendió a Marta porque quería apartar a María de sus pies, para ocuparla en cosas activas y en servicio del Señor, pensando que ella se lo hacía todo y que María no hacía nada. El Señor reprende a Marta y defiende y apoya a María, diciendo que María ha escogido la mejor parte, y que ojo con que nadie se atreva a quitársela.

En el Cantar de los cantares el Esposo defiende a la esposa, conjurando a todas las criaturas del mundo que no molesten a la esposa, ni la impidan la unión y el sueño espiritual de amor, ni la hagan velar, ni abrir los ojos a otra cosa hasta que ella quiera. Porque es más precioso para Dios, y para el alma, y de más estima y provecho, un poquito de este puro y limpio amor, aunque parece que ello es poca cosa y que no es nada, que otras obras grandes externas. Este poquito amor es de más provecho para Dios, para el alma y para la misma Iglesia. Para esto fuimos creados y éste es el último fin del hombre.

Qué pasaría si los sacerdotes y los creyentes estuvieran en este estado de oración. El éxito pastoral sería con menos trabajo muy superior. De otra manera, dice San Juan de la Cruz, "es martillar y hacer poco más que nada, y aún a veces daño. Porque Dios nos libre que comience a desvanecerse la sal".

Qué importante esta virtud fundamental de la piedad y de la vida de oración que el ateísmo siempre ha tratado de destruir de todos modos y por todos los medios en millones y millones de almas. Hoy el ateísmo puede jactarse con razón de haber destruido esta virtud en muchísimos cristianos, incluso en el alma de muchos sacerdotes, religiosos y religiosas que, deslumbrados por esta absurda civilización materialista, han apagado en sí mismos la fuente que alimentaba su vida interior, alma de toda actividad pastoral. Sin la piedad las almas se aridecen, transformando la Iglesia de jardín en desierto.

Las luces de la fe, de la esperanza y del amor se han apagado y el proceso de desintegración de la vida divina está casi consumado. Destronado Dios del espíritu, ha sustituido su puesto un mítico progreso social y una igualmente hipotética justicia social que jamás podrán realizar, pues está claro que ningún progreso y mucho menos ninguna justicia social es realizable sin la verdadera libertad, sin la ayuda de Dios.

Nunca un hombre es más hombre que cuando dobla las rodillas ante Dios.

Fuente: San Juan de la Cruz y Confidencias de Jesús a un Sacerdote