jueves, 17 de septiembre de 2009

EN TIERRA EXTRAÑA

Con humildad auténtica y sencillez verdadera el alma conoce en el estado de desposorio espiritual las virtudes y dones, y grandes riquezas, de las que el Amado ha querido dotarla. Pero el alma ve también que no las goza y posee como a ella le gustaría a causa de que el alma está en la cárcel del cuerpo, como dice San Juan de la Cruz.

El alma hecha de ver, dice San Juan, que ella está en el cuerpo como un gran señor en la cárcel, sujeto a mil miserias, confiscados sus bienes e impedido su ejercicio y libertad. El alma ve en esta cárcel del cuerpo que de su hacienda, que es el Reino de los Cielos, no se le da casi nada, muy medido y tasado. El alma ve que su servidumbre, que son los sentidos y potencias, con frecuencia se rebelan contra ella, y contra ella se enderezan, quitándole el bocado del plato, si se descuida, siempre que el Señor le hace algún regalo espiritual.

El alma se siente estar en tierra de enemigos y traidores, y tiranizada entre extraños, sintiendo bien lo que da a entender el profeta Baruc de Israel aplicado al alma: "¿Qué es esto, Israel? ¿Por qué estás en tierra enemiga, y languideces en tierra extraña?" (3,10). El alma aquí está como Israel allá, siendo hija de Dios y heredera de las moradas del cielo, pero esclavizada y encarcelada.

El profeta Jeremías sintiendo este desgraciado y miserable trato que el alma recibe y padece en el cautiverio del cuerpo, el profeta habla con Israel, pero es perfectamente aplicable al alma; dice así: "¿Pero acaso es el alma sierva o esclava para que así esté presa? Sobre ella rugen los leones de los apetitos y rebeliones de la carne y de la sensualidad."

Es la lucha permanente de la luz con las tinieblas. Es la lucha permanente del bien con el mal. Es la lucha permanente de la verdad con la mentira. Es la lucha permanente del cielo contra el infierno. Es la lucha permanente del imperio del cielo contra el imperio del infierno, hasta en sus mínimos pormenores y cuya lucha nos atañe también a nosotros. Necesariamente nosotros hemos de alistarnos a un bando o a otro.

Fuente: San Juan de la Cruz