lunes, 11 de octubre de 2010

EL SANTO ROSARIO

El Rosario es la oración de María; es la oración que ha venido a pedirnos desde el cielo, porque es el arma que debemos usar en estos tiempos de la gran batalla y el signo de su segura victoria. Su victoria se hará efectiva cuando Satanás, con su potente ejército de todos los espíritus infernales, sea encerrado en su reino de tinieblas y de muerte, de donde no podrá salir jamás para dañar al mundo.

Para esto debe descender del cielo un Ángel al que se le ha dado la llave del abismo y una cadena con la cual atará al gran dragón, a la serpiente antigua, Satanás, con todos sus secuaces. El Ángel es un Espíritu, que es enviado por Dios, para cumplir una misión particular.

María es la Reina de los Ángeles, porque entra en su designio particular el ser enviada por el Señor a realizar la mayor y más importante misión de vencer a Satanás. De hecho, ya desde el principio, fue preanunciada como Aquella que es enemiga de la serpiente. Aquella que lucha contra la serpiente, Aquella que al final le aplastará la cabeza. "Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la Suya. Ella te aplastará la cabeza, mientras tú intentarás morder su talón" (Gen 3,15).

Su descendencia es Cristo. En Él, que ha llevado a cabo la obra de la Redención y nos ha librado de la esclavitud de Satanás, se realiza su completa victoria. Por esto, le es confiada la llave, con la que es posible abrir o cerrar la puerta del abismo. La llave es el signo del poder que tiene quien es dueño y señor de un lugar, que le pertenece. En este sentido, el que posee la llave de todo lo creado es solo el Verbo encarnado, porque por medio de Él todo ha sido creado, y por esto Jesucristo es el Rey y Señor de todo el universo, esto es, del cielo, de la tierra, y del abismo.

Solo Jesús posee la llave del abismo, porque es Él mismo la Llave de David, que abre y nadie puede cerrar, que cierra y nadie puede abrir. Jesús pone esta llave, que representa su divino poder, en la mano de María, porque como Madre suya, medianera entre su Hijo y nosotros le ha sido confiada la misión de vencer a Satanás y a todo su potente ejército del mal.

La cadena, con la que el gran dragón debe ser atado, está formada por la oración hecha con María y por medio de Ella. Esta oración es la del Santo Rosario. Una cadena, en efecto, tiene primero la misión de limitar la acción, después la misión de aprisionar y al final la de anular toda actividad del que es atado con ella.

La cadena del Santo Rosario tiene ante todo la misión de limitar la acción del Adversario. Cada Rosario que recitamos con María, tiene el efecto de restringir la acción del Maligno, de substraer las almas de su maléfico influjo y de dar mayor fuerza a la expansión del bien en la vida de muchos hijos suyos. La cadena del Santo Rosario tiene también el efecto de aprisionar a Satanás, esto es, de hacer impotente su acción y de disminuir y debilitar cada vez más la fuerza de su diabólico poder. Por esto, cada Rosario bien recitado es un duro golpe dado a la potencia del mal, es una parte de su reino que es demolida. La cadena del Santo Rosario obtiene en fin el resultado de hacer a Satanás completamente inofensivo. Su gran poder es destruido.

Comprendamos ahora por qué en estos últimos tiempos de la batalla entre la Mujer vestida del Sol y el gran dragón, Ella nos pide que multipliquemos por todas partes los Cenáculos de oración, con el rezo del Santo Rosario, la meditación de su palabra y nuestra consagración a su Corazón Inmaculado. La humilde y frágil cuerda del Santo Rosario forma la fuerte cadena con la cual hará su prisionero al tenebroso dominador del mundo, al enemigo de Dios y de sus siervos fieles.

Fuente: A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Santísima Virgen