viernes, 16 de julio de 2010

LA "SANTA MONTAÑA"

Subamos con María a la santa montaña de nuestra perfecta conformación a Jesús Crucificado.

¡Cuántas veces Jesús amaba subir a los montes, empujado por un ardiente deseo de soledad y de silencio, para vivir con más intensidad su unión con el Padre! Desde adolescente, con frecuencia buscaba refugio en las colinas que circundan Nazaret; en la montaña promulgó la ley evangélica de las Bienaventuranzas; sobre el monte Tabor vivió el éxtasis de su transfiguración; en Jerusalén, ciudad sobre el monte, recogió a los suyos para la última Cena y pasó las dolorosas horas de su interior agonía; sobre el monte Calvario consumó su Sacrificio; sobre el monte de los Olivos aconteció la definitiva separación de los suyos con la gloriosa ascensión al Cielo.

Subamos hoy con María esta "santa montaña", que es Jesucristo, para que podamos entrar en una intimidad de vida con Él. Subamos al "santo monte" de su Sabiduría, que se nos revela a nosotros, si somos pequeños, humildes y pobres. Nuestra mente será atraída por Su mente divina, y penetraremos el secreto de la Verdad revelada en la Sagrada Escritura, y seremos cautivados por la belleza de su Evangelio, y diremos con valentía a los hombres de hoy la Palabra de Jesús, que es la única que ilumina y puede conducir a la plenitud de la Verdad.

Subamos al "santo monte" de su Corazón para ser transformados por la zarza ardiente de su divina Caridad. Entonces nuestro corazón se dilatará y plasmará según el Suyo y seremos en el mundo el mismo latido del Corazón de Jesús, que va en busca, sobre todo, de los más alejados y quiere envolver a todos con la llama de su infinita miseridordia.

Subamos al "santo monte" de su divina Humanidad, para que podamos llegar a ser reflejo de su perenne inmolación por nosotros. Sus ojos en nuestros ojos, sus manos en nuestras manos, su Corazón en nuestro corazón, sus sufrimientos en nuestros sufrimientos, sus llagas en nuestras llagas, su Cruz en nuestra cruz. Así, nosotros llegamos a ser fuerte presencia de Jesús que por nuestro medio, puede todavía hoy obrar eficazmente para llevar a todos a la salvación. En esta salvación está el triunfo del Corazón Inmaculado de María, y con él finaliza la batalla a la que nos ha llamado y se realiza su anunciada victoria.

Subamos con María a la "Santa Montaña", que es Cristo, para ser perfectamente conformados a Él, de modo que pueda revivir en cada uno de nosotros para conducirnos a todos a la salvación.

Fuente: A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Santísima Virgen