lunes, 10 de mayo de 2010

EXAMEN DE CONCIENCIA

EXAMEN DE CONCIENCIA CON EL SER DE LA IGLESIA

Todo pecado es ofensa a Dios y ofensa a la Iglesia, Esposa de Cristo y su Cuerpo místico, a quien con mi pecado constituyo pecadora. El pecado tiene esa dimensión horizontal que perjudica a toda la familia de los redimidos. Motivo importante de arrepentimiento es considerar que mi pecado va en contra del ser y las cualidades de la Iglesia. Lo que decimos de la Iglesia universal se aplica también a las "microiglesias" que son la familia, la comunidad y los grupos apostólicos.

Una: Perdón, Señor, por mis pecados contra la unidad: discordias, críticas, murmuraciones, detracciones, enfados, ira, indignación incontrolada, pecados contra la concordia en la Iglesia doméstica, la familia, la comunidad y las asociaciones.

Santa: Perdón por mi deserción de la santidad, de mi obligación de aportar santidad a la Iglesia y a la comunidad. Perdón por los pecados contra la santidad del matrimonio y la familia, las relaciones de los cónyuges y las relaciones padres-hijos. Perdón, porque la santidad es amor, y no amo con todo mi corazón, con todo mi ser ni con todas mis fuerzas.

Católica, universal: Perdón por mi actitud raquítica y mutilada, centrada sólo en mis intereses y problemas, por no dilatar la mente a las necesidades, sufrimientos y objetivos de la Iglesia y de la humanidad.

Apostólica: Perdón por mi desinterés por la doctrina y enseñanzas de los apóstoles; por mis desobediencias al Papa y a los obispos, sucesores de los apóstoles.

Esposa de Cristo: Perdón por las heridas a la Esposa por la que te sacrificaste para hacerla inmaculada, por mi desamor a ella, por mis críticas a la jerarquía y mi desinterés por sus enseñanzas.

Cuerpo místico: Perdón por no vivir mi condición de miembro de tu Cuerpo, por descuidar la parte y el cometido que en él me asignas, por la inconsciencia de que mi pecado afecta a todo el Cuerpo.

Comunión de los santos: Perdón, porque mi pecado va contra la común unión de tus fieles, y resta santidad y credibilidad a tu Iglesia.

Pueblo peregrino: Perdón, porque no soy peregrino en este mundo, porque olvido mi fin y destino eterno; por mi afán de instalación en la tierra, por mi apego a las cosas, porque considero el bienestar algo esencial en mi vida, por mi codicia de poder, placer y poseer; por mi tacañería en dar y compartir.

Depositaria de la Revelación: Perdón, porque no profundizo en tu Palabra revelada; porque no la asimilo, porque no la irradio, porque no la interiorizo en la oración, por el descuido de mi vida de piedad.

Depositaria de los sacramentos: Perdón por mi desinterés en profundizar en la doctrina de los Sacramentos, el gran tesoro que otorgas a la Iglesia. Perdón por no ser consciente del don del bautismo y de sus exigencias; por mi negligencia y remisión en la práctica de los sacramentos; por mi falta de preparación a la confesión y por no darte gracias después por tu perdón; por mi rutina en la Eucaristía; por mis desatenciones en su celebración, por mi falta de diálogo e intimidad después de la comunión.

Continuadora del misterio pascual: Perdón, porque ni te agradezco ni vivo tu pasión, muerte y resurrección que aceptaste por mí personalmente; porque no te sigo generosamente con mi cruz; porque rehúyo sistemáticamente el sufrimiento; porque no valoro el privilegio de padecer por ti y contigo; por mis rebeldías ante el dolor; porque rechazo el sacrificio y la mortificación.

Pueblo de profetas: Perdón por no transmitir tu palabra y tu mensaje; porque no doy testimonio profético; porque el profeta ha de ir contra corriente del mundo y yo sigo las formas, las costumbres, las modas del mundo, y me conformo a sus criterios y mentalidad.

Templo de Dios, santuario del Espíritu Santo: Perdón por no considerar mi cuerpo ni el de los demás como templos de la Santísima Trinidad; por el pecado de impureza, que es profanación de tu santuario.

Comunidad con María, nuestra Madre común: Perdón por mi débil piedad mariana; por no darle en mi vida el puesto que le corresponde; por no acudir a ella ni amarla como verdadero hijo; por no seguirla en su ejemplo ni asimilar sus virtudes; por no irradiar su devoción.

Luz del mundo y sal de la tierra: Perdón por no ser luz ni sal, por no anunciar el Evangelio con palabras, obras y vida. Perdón por mi cobardía, respetos humanos, apatía, silencios y connivencias culpables.

Comunidad de pecadores: Perdón, Señor, porque sólo en este aspecto me sé plenamente identificado con el ser de tu Iglesia.

Fuente: Magnificat