viernes, 16 de septiembre de 2011

VIVIR EN EXTASIS

"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio" no es una sugerencia, no es una recomendación; es un mandato, ¡gozoso! Nos pide el Señor a cada uno de nosotros que continuemos su misma misión: extender por el mundo entero la Buena Nueva, hacer presente a Cristo.

Pero -me pregunto-, ¿no estoy yo encerrado en mí mismo tantas veces? ¿Me preocupa sólo lo mío, mis cosas, sin abrir el corazón ni la mente a todas las necesidades de la evangelización que tiene la Iglesia? En San Pablo encontramos el deber de hacernos uno a todos; que debemos reír con los que ríen y llorar con los que lloran. Es decir, hacer propias las inquietudes de todos los hombres. Esto es salir de uno mismo.

El Papa Benedicto XVI, en la encíclica Deus Caritas est, cuando habla del amor, dice que el amor pide "éxtasis"; es decir, "salida de sí", "salida del lugar". El gran problema es que el amor se encierre en uno mismo; que uno se ame a sí mismo -o a lo propio: a mi terruño, a mis cuatro paredes-. El Amor de Dios, el Amor intratrinitario, se ha desbordado. Y así, decimos que la Santísima Trinidad "ha salido de Sí". También nosotros debemos salir de nosotros mismos, vivir en éxtasis.

Y ahora la pregunta es: y yo, ¿cómo puedo ir al mundo entero y proclamar el Evangelio? San Cirilo y San Metodio pudieron hacerlo. Pero, ¿y yo? Un monasterio es el corazón de la evangelización. Un monasterio es un pilar en la Iglesia. Porque la oración es la base, es el fundamento de toda acción apostólica; pero una acción generosa: una oración en que uno no se busca a sí mismo, que no pretende un cumplimiento o el ser yo "buena persona". La acción y la entrega deben ser misioneras. Cuánto sorprendió a muchos que se nombrara Patrona de las misiones a una religiosa de clausura.

Desde este lugar debe extenderse la Luz del Evangelio a muchos lugares, por la Comunión de los Santos, aún sin verlo. No es necesario ver los frutos para que éstos existan. Es necesario creer que esto es así. Pero el peligro que tenemos todos, siempre, es vivir encerrados, no ver más allá de nuestro propio horizonte. Y, al final, amarse a uno mismo. Hemos de salir, hemos de vivir en éxtasis. Hemos de ir al mundo entero con nuestra oración y nuestra entrega a predicar el Evangelio.

Esta mezcla de Cirilo y Metodio es muy significativa. Porque Metodio era obispo y Cirilo era monje. Ambos conforman un icono de la vida de la Iglesia. Aquellos que están en primera línea de batalla, en la acción, necesitan a aquellos que están en primera línea de batalla en la oración. Y no es que los que están en una no deban rezar y los que están en otra no deban actuar. Pero cada uno tiene una misión. En la época medieval, los monasterios fueron los lugares de la transmisión de la fe, en su presencia silenciosa, en su oración callada. Pero inundaron Europa.

En el día de hoy, podríamos decir que la crisis de fe debe resolverse con una radicalización de los monasterios. Por eso, le pedimos hoy al Señor la fuerza de su Espíritu Santo, para que en todos los monasterios se inicie, se continúe la Nueva Evangelización. Que Dios nos conceda vivir en éxtasis, salir de nosotros mismos, olvidarnos de lo propio y vivir totalmente entregados a la misión de la Iglesia.

Fuente: Pablo Domínguez
 

jueves, 8 de septiembre de 2011

AL FINAL

Escuché una canción de una cantautora cristiana, Lilly Goodman, que me inspiró para escribir su letra en esta entrada de hoy. ¡Qué agradecido tengo que estar al Señor porque en su fidelidad puede descansar mi vida, siempre y en toda circunstancia!

Yo he visto el dolor acercarse a mí, causarme heridas, golpearme así.
Y hasta llegué a preguntarme dónde estabas Tú.
He hecho preguntas en mi aflicción, buscando respuestas sin contestación.
Y hasta dudé por instantes de tu compasión.
Y aprendí que en la vida todo tiene un sentido y descubrí que todo obra para bien...

Y que al final será mucho mejor lo que vendrá, es parte de un propósito y todo bien saldrá.
Siempre has estado aquí, tu Palabra no ha fallado y nunca me has dejado.
Descansa mi confianza sobre Ti.

Yo he estado entre la espada y la pared, rodeado de insomnios sin saber qué hacer, pidiendo a gritos tu intervención.
A veces me hablaste de una vez, en otras tu silencio solo escuché. 
¡Qué interesante tu forma de responder!
Y aprendí que lo que pasa bajo el cielo conoces Tú, que todo tiene una razón...

Y que al final será mucho mejor lo que vendrá, es parte de un propósito y todo bien saldrá.
Siempre has estado aquí, tu Palabra no ha fallado y nunca me has dejado.
Descansa mi confianza sobre Ti.

Gracias, Señor, por tu gran fidelidad que me lleva a tener la profunda convicción de que nada sucede sin que Tú lo dispongas así y que en todo intervienes Tú para bien de los que te amamos. AMEN