miércoles, 27 de abril de 2011

CAMINO DE EMAUS

"Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo" (Lc 24,13-16).

Parece que estos hombres, seguidores de Jesús que no eran del grupo de los Once, han perdido la fe y la esperanza en el Señor porque se alejan del núcleo de los apóstoles. Salen de Jerusalén desalentados y desean caminar unos once kilómetros para llegar hasta Emaús lo antes posible. Sin embargo, en medio de la prueba, es el Señor mismo quien aparecerá y tendrá la paciencia de reconducirlos nuevamente aunque ellos no advertirán que se trata del Resucitado hasta el momento de la fracción del pan, cuando experimentan que su corazón arde y pueden descubrir a Aquel que les ha mostrado su amor en la cruz.

Una vez que percibimos el fuego que ha puesto en nuestra alma, Él desea que le llamemos libremente para rogarle que se quede con nosotros "porque atardece y el día va de caída" (Lc 24,29). Hemos de pedirle que se quede con nosotros y es entonces cuando debemos estar dispuestos a levantarnos al momento y volver a Jerusalén, al núcleo de los apóstoles (Lc 24,33); de lo contrario, se hará tarde, se acabará el día y empezará la noche.

En este tiempo de Pascua pidamos al Señor la gracia de amar y hacer amar a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, de manera que unidos en la fe de los apóstoles perseveremos en la alegría de Cristo Resucitado, cuya gloria está en la tierra y en todos los que viven su fe de par en par. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

sábado, 23 de abril de 2011

GRAN SILENCIO

El Espíritu Santo se muestra presente, aunque de forma oculta, en el misterio del Sábado Santo. Principalmente, a través del silencio orante, que es la forma celebrativa propia de este día, cargado de adoración y veneración del cuerpo muerto de Cristo. Este silencio es la forma de expresar la presencia del Espíritu que acompaña a Cristo en su paso por la muerte y su descenso a los infiernos. Este silencio cargado de Espíritu, junto a la presencia también silenciosa de María, sostiene la liturgia de este día (Magnificat - Semana Santa).

Para poder oír la voz de Dios hay que tener la serenidad en el alma y observar el silencio, no un silencio triste, sino un silencio en el alma; es decir, el recogimiento en Dios. Se pueden decir muchas cosas sin interrumpir el silencio y, al contrario, se puede hablar poco y romper continuamente el silencio.

El silencio debería estar en el primer lugar. Dios no se da a una alma parlanchina que como un zángano en la colmena zumba mucho, pero no produce miel. El alma habladora está vacía en su interior. No hay en ella ni virtudes fundamentales, ni intimidad con Dios. Ni hablar de una vida mas profunda, ni de una paz dulce, ni del silencio en el que mora Dios.

Si las almas quisieran vivir en el recogimiento Dios les hablaría en seguida, ya que la distracción sofoca la voz de Dios. El silencio es una espada en la lucha espiritual; un alma parlanchina no alcanzará la santidad. Esta espada del silencio cortará todo lo que quiera pegarse al alma. El alma silenciosa es fuerte; ninguna contrariedad le hará daño si persevera en el silencio. El alma silenciosa es capaz de la mas profunda unión con Dios; vive casi siempre bajo la inspiración del Espíritu Santo. En el alma silenciosa Dios obra sin obstáculos.

El silencio es un lenguaje tan poderoso que alcanza el trono del Dios viviente; el silencio es su lenguaje, aunque misterioso, pero poderoso y vivo. La paciencia, la oración y el silencio refuerzan el alma.

Fuente: Diario de Santa Mª Faustina Kowalska

viernes, 15 de abril de 2011

ESTRELLA DE LA MAÑANA

La naturaleza más excelsa creada por Dios fue la de Lucifer (que significa Estrella de la mañana). Es el nombre del Diablo antes de caer; es decir, su nombre como ángel antes de ser demonio.

La Virgen María se santificó día a día con esfuerzo. Ella, con su sacrificio, sus obras y la gracia de Dios logró ser la criatura más excelsa. Pero su excelsitud no fue un acto de creación de Dios, sino de santificación. Mientras que la naturaleza más grandiosa que ha creado Dios fue la más alta de las criaturas angélicas. Dios creó magnífico a Lucifer en su naturaleza, y él se corrompió. Dios creó humilde a María en su naturaleza, mera mujer y por tanto inferior a los ángeles, y ella fue la que se santificó. Como se ve, hay un gran paralelismo entre ambas figuras, sólo que es un paralelismo inverso:

- Uno es la criatura más perfecta por la naturaleza, la otra por la gracia.
- Uno se corrompe, ella se santifica.
- Uno quiere ser rey y no servir, y, al final, no es nada; ella quiere ser nada y servir, y, al final, es reina

Además, incluso en los nombres existe un paralelismo entre la Estrella de la mañana angélica (Lucifer) y la Estrella de la mañana de la redención (María). La primera estrella cayó del firmamento angélico, la segunda estrella se elevó. La primera estrella que era espíritu cayó a tierra, la segunda estrella que era corporal ascendió a los cielos.

Lucifer no quiso aceptar al Hijo de Dios hecho hombre, la Virgen no sólo lo aceptó, sino que lo acogió en su seno. Lucifer era un ser espiritual que finalmente se hizo peor que una bestia (sin dejar de ser espiritual), ella era un ser material que finalmente se hizo mejor que un ángel (sin dejar de ser material). Lucifer se bestializó, ella se espiritualizó.

Ahora ya sólo hay una única Estrella de la mañana, la Virgen. Pues, además de que la primera estrella cayó, la segunda estrella de la mañana brilló con la luz de la gracia mucho más bella e intensamente que la primera estrella, que brilló sólo con la luz de su naturaleza.

Fuente: Summa Daemoniaca (P. Fortea)
 

jueves, 7 de abril de 2011

MENSAJERO EN LA NOCHE

"Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar. Tocó mi boca y dijo: He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa. Tu pecado está expiado" (Is 6,6-7).

Después de terminar la lectura del libro Un mensajero en la noche de la escritora española María Vallejo-Nágera, he dado gracias a Dios en varios momentos por su gran misericordia y fidelidad. Trata acerca de un hombre que había pasado por varias prisiones de Inglaterra y que en un momento cualquiera de su historia en una de esas prisiones, recibe la visita de un mensajero del cielo que transforma la oscuridad de su vida en una vida llena de luz y de entrega a Cristo en su Iglesia.

Una vida fascinante la de este hombre que se convirtió en monje benedictino los últimos momentos de su vida, antes de ser llamado a la Casa del Padre, que nos invita a valorar cada pequeño detalle que sucede a nuestro alrededor y que siempre nos recuerda la infinita bondad de Dios.

Ojalá que este camino de la Cuaresma sea para nosotros como el laboratorio donde el mejor alfarero pueda modelar nuestro barro, de manera que cada día aprendamos a ser más dóciles en sus manos y así lleguemos a la Pascua resucitando con Cristo para aspirar a las cosas del cielo y no a las de la tierra, siendo cada vez más imagen y semejanza de Aquel que nos creó para manifestar su gloria.